Chely soñaba con mejorar su vida y la de su comunidad, su exnovio puso fin a sus sueños

Ago 22, 2018

Las palabras que mejor definen a Chely son: cariño, trabajo y sencillez. Así la recuerdan su mamá Amada Barranco y Elizabeth, una de sus hermanas, ambas viven en Acajete, municipio de Puebla, ubicado en la parte central de México.

Aracely Vázquez Barranco tenía seis años cuando nació el penúltimo de sus hermanos. Para que no llorara, lo cargaba y lo mecía en sus brazos, le decía “mi mor”. De más grande jugaba con él a los papalotes, al caballito y a las canicas. A su hermano pequeño, al que le llevaba 14 años, le ayudaba a hacer sus tareas y le decía que debía estudiar hasta la universidad.

Con sus hermanas mayores bailaba. Elizabeth recuerda que cuando regresaban de la escuela se ponían a bailar y poco antes de que llegara su mamá del trabajo –a las seis de la tarde- “hacían rápido todo el quehacer”. También bailaban los fines de semana hasta que sudaban y les dolían las costillas de tanto moverse.

 

 

Cuando su mamá la mandaba por algo a la tienda, Chely aprovechaba para ayudar a su abuela, Toñita, quien vivía a dos calles de distancia, pasaba a lavar algunos trastes, a barrer y a hablar con ella pero rápido volvía a su casa para que su mamá no la regañara por la tardanza.

Desde pequeña fue trabajadora, le gustaba aportar dinero para su casa. Amada Barranco cuenta que en alguna ocasión la familia a la que ella ayuda con las labores domésticas le regaló estampas, pero Araceli no quiso quedarse con ellas, las vendió todas y le dio el dinero que ganó con esa venta.

Luego, cuando ya estudiaba la universidad, salía a vender productos de limpieza los fines de semana. Una vez un vecino le preguntó por qué lo hacía si ella era una universitaria; Chely le respondió que “era la misma de siempre, que tener estudios no la hacía más, ni menos”.

 

 

Le gustaban las cosas sencillas: el mole con arroz y las habas con nopales de corazón, un platillo típico de Acajete. Se vestía con pantalones cortos, playeras y sandalias. Sólo para la boda de su hermana mayor se animó a comprarse un vestido morado y corto, además de unas zapatillas plateadas.

En la primaria siempre ayudó a sus compañeros y compañeras que no entendían bien las clases. Así conoció al que por dos años fue su novio y quien tiempo después la asesinó.

Durante la secundaria se puso como meta obtener un diploma de aprovechamiento, su promedio de 9.3 era suficiente pero se lo dieron a una compañera cuya familia pagó por él. Al final sus buenas calificaciones le sirvieron para estudiar el bachillerato becada.

Chely era buena en matemáticas y además le atraían, por eso su hermana Elizabeth se burlaba de ella diciendo que “siempre se metía en problemas”.

Estudió Ingeniería Textil en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Viajaba todos los días desde Acajete a la ciudad de Puebla -un viaje de 36 kilómetros-  para tomar clases. Su mamá relata que no le gustaban las fiestas o ir de antro, sólo le pedía permiso para quedarse a jugar futbol o ver los partidos de sus compañeros.

Aracely terminó de estudiar la universidad antes que el resto de su generación. Tenía 23 años y soñaba con ser la presidenta municipal de Acajete. A su familia le decía que ella sí iba a trabajar por todas las personas; su madre está segura que lo hubiera logrado, pues cuando se proponía algo no paraba hasta conseguirlo.

Aunque sus hermanas bromeaban diciendo que cuando fuera presidenta organizaría bailes todos los fines de semana, ella decía muy segura que iba a hacer muchas cosas por su comunidad.

 

CELOS Y CONTROL, DETUVIERON SUS SUEÑOS

Aracely tenía tres meses en su trabajo, el primero ya como profesionista en una maquiladora. El 13 de noviembre de 2013 se preparaba para irse a trabajar a la ciudad de Puebla. Muy temprano le dijo a su mamá que se metería a bañar, calentó agua en la cocina y se fue al baño, en la parte exterior de la casa.

Después de algunos minutos, Amanda no escuchó más los sonidos de su hija, eso la hizo levantarse de la cama y buscarla. Cuando se dirigía al baño, vio Javier Mauricio -el exnovio de Chely- cruzar el patio y echarse a correr a la calle.

Amanda encontró el cuerpo de su hija tirado en el piso y con un cuchillo enterrado en la espalda. Chely murió porque su exnovio le perforó el corazón y también le cortó el cuello. Allí se terminaron todos sus sueños y la tranquilidad de la familia.

Chely terminó su relación con Javier seis semanas antes de su homicidio. Él era celoso y controlador: la iba a dejar al trabajo y la esperaba hasta que saliera, quería estar todo el tiempo con ella. Además Araceli descubrió que le robaba dinero a su familia y le mentía.

Después de la ruptura Javier la vigilaba y le llamaba constantemente por teléfono. Chely pensó en denunciarlo por acoso, pero él la mató antes de que ella acudiera al Ministerio Público.

El feminicidio Araceli Vázquez fue el número 44 de 2013, según el conteo hemerográfico del Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos (Odesyr). En 2013 la organización contabilizó 50 feminicidios; para 2014 fueron 60 casos; 50 más en 2015; para 2017 contabilizó 101, y en lo que va de 2018 suman 46.

Mapa elaborado por: Odesyr

FEMINICIDIO ÍNTIMO, UNA REALIDAD EN PUEBLA

El Observatorio de Violencia Social y de Género, de la Universidad Iberoamericana de Puebla (UIA), realizó un perfil de las víctimas de feminicidio, una de cada tres tenía de 21 a 30 años, como Chely.

También analizó que de los 75 feminicidios de 2015 a junio de 2017 donde sí se conoce al responsable, nueve de cada diez pueden calificarse como feminicidios íntimos , es decir, que el asesinato fue cometido por un hombre con quien la víctima tuvo o tiene una relación: pareja, expareja, padre de sus hijos, amigo o pretendiente.

Para el observatorio de la UIA el acto de feminicidio no es un hecho aislado, espontáneo o sorpresivo, sino que es la culminación de un continuo de violencia; sobre todo en los feminicidios íntimos.

En el caso de Chely, pocos días antes de su homicidio Javier la detuvo en la calle y como no la soltaba, ella gritó. Un señor al ver lo que sucedía la auxilió y le dijo a su exnovio que si no se iba llamaría a la policía.

Recientemente Amanda Barranco encontró una carta donde Javier Mauricio le prometía a su hija cuidarla y amarla, porque era el amor de su vida. Sin embargo lejos de hacerlo entró a la casa de Chely a escondidas y la asesinó, para luego huir del estado. Hasta la fecha sigue prófugo y sobre la Fiscalía General de Justicia (FGJ) pesa un exhorto de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) para solicitar a la Interpol ayuda en su búsqueda.

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