Texto por: Ximena Andión (@ximena_andion)
Las desigualdades junto con la impunidad y la corrupción son las tres principales grandes problemáticas que aquejan a nuestro país.
Si realmente queremos transformar México, se deben generar propuestas para atender de fondo estas tres problemáticas.
México es la economía 14 del mundo pero 45 millones de mexicanos y mexicanas viven en la pobreza y las desigualdades sociales son extremas: el 1% de la población recibe posee la tercera parte de la riqueza del país (CEPAL); el 38% de la población hablante de una lengua indígena vive en pobreza extrema (Oxfam); ocupamos el lugar 15 en los países con mayor número de habitantes sin acceso a alimentos adecuado (CEPAL); tenemos la tasa de embarazo en adolescentes más alta de todos los países de la OCDE (OCDE); y ocupamos el lugar 81 de 144 países en el informe de la brecha global de género que produce el Foro Económico Mundial (WEF).
Las desigualdades que se viven en el país cruzan el sexo, el origen étnico, la edad, la situación socio-económica y otras características como la discapacidad, la orientación sexual y la identidad de género, entre otras.
Estas se sustentan en una discriminación estructural que se vive en todos los ámbitos de la vida pública y privada, permeando la forma en la que nos relacionamos e impactando de forma negativa el ejercicio de los derechos humanos.
A lo largo del tiempo, sectores enteros de la población, grupos y comunidades específicas han sido relegados y marginados por modelos económicos, políticos y culturales que son sexistas, racistas, clasistas y discriminatorios.
Las mujeres, las personas indígenas, las niñas, niños y jóvenxs, los adultos mayor es, personas en situación de pobreza, personas homosexuales y trans, experimentan discriminación y violencia en sus hogares, en la escuela, en las instituciones de salud, en las empresas. En muchas ocasiones estas características se cruzan generando situaciones de doble y triple discriminación: una mujer indígena probablemente enfrente situaciones de discriminación y violencia por su sexo, su origen étnico y su situación de pobreza.
Para erradicar las desigualdad es es urgente revisar los modelos económicos, políticos y sociales existentes.
Es indispensable el desarrollo de políticas públicas que ataquen las causas estructurales de dichas desigualdades desde una perspectiva de derechos humanos, género e interculturalidad.
También es urgente un compromiso desde el Estado y la sociedad, con un cambio cultural de largo plazo, que modifique la forma en la que nos relacionamos, que elimine estereotipos y prejuicios.
Una sociedad justa e igualitaria requiere que las personas sean reconocidas, que participen de forma significativa en las decisiones que las afectan, que sean motores de su propio desarrollo y que se generen las condiciones para que puedan ejercer sus derechos en condiciones de igualdad.