[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]
¿Has sentido que ir al ginecólogo es ponerte en el banquillo de los acusados? ¿O que es pasar por un examen moral sobre tus prácticas sexuales? No eres la única que siente el peso inquisitorio de la institución médica caer sobre si en medio de la sala de consulta.
Vaya, sabemos que la vigilancia sobre nuestros cuerpos y de nuestras vidas sexuales nos persigue constantemente. Pero OJO, no porque sea común significa que es normal, es una práctica extendida que no tendríamos por qué enfrentar.
Vivimos en medio de un estallido de mensajes contradictorios: por una parte consumimos imágenes hipersexualizadas de las mujeres por todos lados, y por otra, nuestra libertad sexual está estigmatizada.
Aunque el cuerpo es nuestro primer territorio y nuestra primera tecnología, se ha montado toda una estructura social de creencias, instituciones y prácticas, entre ellas la religión, la familia y la medicina, para expropiárnoslo. Una estrategia: hacerlo sucio.
[/vc_column_text][nectar_single_testimonial testimonial_style=»bold» color=»Accent-Color» quote=»“Hay un estigma con la mancha, con todo lo que sale del cuerpo, como si fuera asqueroso”
Klau Kinky, Gynepunk»][vc_column_text]Entonces dejamos de tocarlo, dejamos de reconocerlo y explorar libremente sus formas de placer. Hemos vuelto nuestro sexo el lugar prohibido, no nos tocamos, además legamos a otros conocerlo, ¿a quiénes?, a la ciencia y a la institución médica, que nos obliga a pasar por el tamiz de la mirada del inspector autorizado para resolver lo que nos atraviesa la carne, el resultado: salir del consultorio con una receta médica ilegible que sólo los farmacéuticos pueden interpretar, ¿aprendimos algo realmente sobre nuestro cuerpo?[/vc_column_text][nectar_single_testimonial testimonial_style=»bold» color=»Accent-Color» quote=»“Pareciera que la especialización nos está arrebatando el potencial de conocernos a nosotras mismas” Paula Pin, Pechblenda»][vc_column_text]
¡Sorpresa! El perfil inquisitorio de la ginecología de tu última consulta no se debe a tu mal tino o a tu mala pata, tiene un carácter histórico, donde además entran en acción la tortura y la aniquilación de las mujeres. Cuando Klau Kinky decidió no volver a consulta más, nadó en los anales de la ginecología y descubrió un mundo de muerte y explotación.
Sí, esa es la historia de Anarcha, Lucy y Betsey, mujeres afroamericanas esclavas de plantaciones al sur de los Estados Unidos a finales del siglo XIX, que fueron sujeto de experimentación de Marion Sims, ahora llamado el “padre de la ginecología”. En sus cuerpos se materializó el surgimiento de esa ciencia nueva que sometió a treinta operaciones sin anestesia a Anarcha.
Tenemos nombres de hombres instaurados por todo nuestro aparato sexual, critica Gynepunk, cual “descubridores” de tierras nuevas, las nuestras. Los nombramos los “padres”, los dadores de conocimiento, han hecho de nuestros cuerpos territorios de conquista. Develar la historia oculta de la ginecología y reapropiárnosla es una lucha contra el conocimiento reservado que se han creado, es “abrir las cajas negras de la ciencia y abrir los laboratorios”, dice Paula Pin, “la ciencia reapropiada”, la ciencia nuestra.
Gynepunk es un acto de descolonización corporal, una rebelión de los cuerpos, una herramienta descentralizada, deslocalizada, mutante y viral que entiende la tecnología en un nivel amplio y abierto, disponible para todas y todos, que sobrepase las barreras del privilegio y la especialización que han creado el mito de que nuestro cuerpo es el campo más alejado e innacesible para nuestro conocimiento.
¿Y cómo lo hacen?, como las brujas, tecno-chamanas, entre ellas reunidas, haciéndolo juntas. El “Do It Yourself” se vuelve un potente “Do It Together”, la autogestión conjunta de laboratorios nómadas que corren de un lado a otro alrededor del mundo “para construir y hackear nuestros propios cacharrukos de ultrasonido, endoscopia o ecografias de manera low-cost, todo esto estrictamente en complementacción a conocimientos naturales y sobre hierbas, tradiciones orales, pócimas sumergidas”.
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