Diario de una puta: un manifiesto de pornoguerrilla

Jun 2, 2022

Por: Santa Don Anahí

[/vc_column_text][vc_column_text]Soy don Anahí, cineasta y trabajadora sexual y te voy a contar un poco de mi trabajo e historia. Mi obra intersecciona el placer con denuncia y propuesta sobre diversas causas desde mi perspectiva como lesbiana transfeminista, y por primera vez estoy organizando un ciclo de proyecciones de mis cortometrajes con la finalidad de recaudar fondos para culminar mi primer largometraje #diariodeunaputa.

Esta obra comienza con mi primera fantasía amorosa, cuya protagonista era mi profesora. Comencé a vestirme de cierta forma para ver si la profa volteaba a verme, y no tuve éxito. Por mi vestimenta, mis compañeros en la escuela comenzaron a acosarme y mis amigas me llamaron PUTA por primera vez. Lloré y me pregunté por qué me decían “puta”. Como nadie nace transfeminista ni deconstruida, en ese entonces la palabra “puta” me parecía una ofensa. 

Tomé una handycam que encontré en mi casa para expresarle mis sentimientos a la profesora porque me daba miedo confesarle de frente mi deseo. A través de historietas que dibujaba en mi diario y los videos que grababa, planeaba confesarle mi amor, pero antes de que terminara el video tuve un accidente y descompuse la cámara. Ya no pude hacer mi confesión y no me atreví a decírselo de frente. Eso me hundió en una enorme depresión e intenté suicidarme. 

Después me enamoré de otra mujer y luego de otra, en un ciclo de amores prohibidos hacia mujeres que por alguna razón no podían asumir su deseo hacia mí, ya sea porque eran mucho mayores que yo, porque no aceptaban su gusto hacia las mujeres, porque tenían una relación monógama, por mi posición económica precarizada, por su religión, su moral conservadora o porque les preocupaba demasiado el “qué dirán”.

Desde entonces estos deseos imposibles me llevaron a crear para hacer catarsis de mi deseo y así, no somatizar ni enfermarme. Pero la catarsis no fue suficiente y estos sentimientos comenzaron a afectar mi salud. Durante mi pubertad y adolescencia, ni terapeutas ni psicoanalistas pudieron sacarme de la repetición, además de que son muy caros y a mi familia no le alcanzaba el dinero para pagar tantas sesiones. Mientras yo me vestía sensualmente para las mujeres que deseaba, ellas no me hacían caso, pero los hombres en mi entorno eran capaces de darme lo que yo quisiera con tal que les hiciera caso y estuviera con ellos.

De todos los tipos de arte en los que me refugié para sobrellevar mi vida siendo lesbiana en una de las ciudades más conservadoras de todo México como lo es Puebla, fue el cine el que me hizo sentir que ya había encontrado mi lugar en el mundo. Sin embargo, estudiar y hacer cine es muy caro. Trabajé como campesina, como obrera, como mesera y otros oficios, pero ninguno de ellos me daba tiempo para estudiar cine y al mismo tiempo crear mi obra, ni tampoco me daban el dinero suficiente para pagar la escuela o comprarme mi propio equipo cinematográfico. 

Percatarme de la forma en la que los hombres me mostraban su interés a través del dinero o cosas materiales, me hizo llegar al trabajo sexual a los 21 años, y este trabajo me dio el tiempo y el dinero suficientes para poder empezar a realizar mis primeros cortometrajes. 

Al ejercer el trabajo sexual comenzaron a discriminarme y revictimizarme en todos los ámbitos de mi vida debido a que la mayor parte de la sociedad no distingue los grados de voluntad entre una trabajadora sexual independiente y una mujer tratada. Por eso en 2017, de la mano de otras colegas, creamos la Alianza Mexicana de Trabajadoras Sexuales (AMETS), que es parte de la Red Latinoamericana de Trabajadoras Sexuales (Redtrasex) conformada por diversas organizaciones de trabajadoras sexuales de Latinoamérica y el Caribe, quienes desde hace más de veinte años luchan en nuestra región. Nuestro trabajo y nuestra lucha, nos han llevado a reflexionar y desenmascarar todas las violencias en torno a nuestro oficio, desde corrupciones, los celos sexo afectivos por parte de nuestras parejas, la discriminación, hasta los asesinatos.

Al intentar financiar mi largometraje, la industria del cine me discriminó por hablar sobre el trabajo sexual desde mi perspectiva como trabajadora sexual, y también por no tener los recursos económicos que tienen las grandes productoras cine. Esta situación me llevó a convertirme en activista e investigar asuntos legales y legislativos relacionados con el trabajo sexual, así como lo relacionado con apoyos al cine experimental e independiente de bajo presupuesto. 

Pasé diez años estudiando y analizando la influencia de las políticas públicas y las regulaciones en los Estados Unidos y México que dictan cómo se representa a las trabajadoras sexuales en el cine y el impacto que tiene ésta representación en las ideas de la sociedad sobre el sexo. También estudié sobre leyes estadounidenses como la FOSTA/SESTA y las leyes mexicanas sobre libertad de expresión y derechos humanos para las trabajadoras sexuales y para quienes no son trabajadoras sexuales pero quieren hablar en internet libremente sobre sus derechos y educación sexual.

No quedándome otra opción más que incidir en temas de políticas públicas y reglamentos al respecto, me alié con diversas organizaciones, trabajadorxs sexuales, abogadxs, universidades y académicxs que proponen reformas y leyes para que se reconozca el trabajo sexual y se distinga de la trata de personas en México y en Estados Unidos. Ante la falta de respuesta a mi petición por parte de las autoridades correspondientes para poner estos temas en agenda, organizaré dos manifestaciones pacíficas en 2023 junto a más trabajadorxs sexuales independientes, organizaciones, colectivas y otres aliades. La intención es realizar un evento afuera de la Casa Blanca en Washington D.C y otro en el Zócalo de la Ciudad de México, donde perrearemos ñero hasta al subsuelo por el reconocimiento del trabajo sexual de todes les participantes en estas manifestaciones pacíficas.

Tiempo después, por somatizar todos los maltratos emocionales que he tenido que atravesar a lo largo de mi vida por mis preferencias sexuales, mi precariedad económica, mi libertad creativa y mi profesión, mi sistema nervioso colapsó, y hasta ahora, los cuidados de mi cuerpo han vuelto más complejo el proceso para culminar mi primer largometraje. Sin embargo, luchando por hacer de mi cuerpo lo que yo decida, mi cámara es mi arma de defensa personal ante todos los riesgos y me acompaña en el trayecto para contar mi historia.

Este año comencé a organizar proyecciones de manera independiente para recaudar fondos y terminar esta película, pero estoy muy molesta porque en la mayor parte de los espacios de cultura de Gobierno me cerraron las puertas con el pretexto de que no se puede cobrar (cuando ni siquiera pienso cobrar cover ni donativos en el espacio), o no quieren proyectar mi trabajo porque les parece muy explícita, aun cuando yo les sugerí no mostrar contenido “sensible”. 

Para poder culminar mi obra que habla de derechos humanos y libertad de expresión, tengo que ser trabajadora sexual, y mientras que a los artistas que cantan machismo, misoginia y violencia emocional les pagan millones, a mí no me dan ni para los viáticos. 

El gobierno no nos está haciendo ningún favor al reconocer nuestros derechos humanos y libertad de expresión. Por eso les exigimos que hagan bien su trabajo, pues no vamos a esperar a que el Estado, ni la sociedad nos dé permiso para sobrevivir.

Hoy es el Día Internacional del trabajo sexual, conmemoramos que el 2 de junio de 1975 más de 100 trabajadoras sexuales okuparon la Iglesia de Saint-Nizier de Lyon, Francia, ante la falta de respuesta por todas las violaciones a sus derechos humanos y libertad de expresión por parte del gobierno, la policía y la sociedad. Ulla, una de las trabajadoras sexuales que participó en esta okupa dijo:

Nuestra libertad es ser nosotras mismas tal y como somos, y no como quieren que seamos para tranquilizar su conciencia.

Así que te invito a reflexionar cada vez que quieras vernos con lástima a las trabajadoras sexuales, que quieras vernos como víctimas o como criminales, porque no lo somos. Somos trabajadoras como cualquier otra, solo que nuestro trabajo requiere, quizá, más valentía que otros, pues debido al tabú hacia nuestro oficio difícilmente alguien va a responder por nosotras. 

A largo de este año estaré proyectando mis cortometrajes pornoguerrilleros en diversos espacios y al final charlaré con les espectadores para generar en conjunto propuestas integrales alrededor de estos temas y para que aporten una moneda que no afecte su economía y así poder culminar este largometraje.

Si quieres  saber más al respecto puedes visitar http://www.donanahi.com/

¡Gracias por leerme!

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