Cuando el gobierno, que además de cobijar y proteger a los asesinos y agresores de mujeres, se atreve a querer arrancar la memoria de nuestras víctimas, se topa con la rabia y la fuerza de mujeres guerreras que no permiten que olvidemos.
Desde hace ya varios años, el Estado de México se ha destacado por ser una entidad feminicida, en donde los crímenes se quedan en la impunidad: de 2011 a 2013, se registraron 840 homicidios de mujeres, sólo 145 se investigaron como feminicidio y únicamente en el 15 por ciento de los casos hay una sentencia condenatoria.
Chimalhuacán es uno de los municipios mexiquenses donde se concentran muchos tipos de violencia de género y en donde los mismos policías y agentes judiciales son los responsables.
En este municipio, Mariana Lima Buendía, fue asesinada en junio de 2010 por el agente policial Julio César Ballinas, quien ocultó el crimen diciendo que su esposa “se había suicidado”, versión que fue aceptada por la justicia mexiquense hasta que Irinea Buendía logró ganar un amparo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación con el que se ordenó volver a investigar el caso bajo la hipótesis de un feminicidio.
Ante el asesinato de su hija, Irinea Buendía, decidió que no se quedaría sentada a esperar la justicia y que nadie iba a arrancar el recuerdo de la sonrisa de Mariana. En marzo de 2016, recorrió las calles de Chimalhuacán sembrando cruces rosas para recordar las vidas que fueron arrancadas igual que la de su hija.
Un mes después y con maquinaria pesada, el gobierno municipal arrancó esos símbolos de memoria bajo el pretexto de nivelar las calles. El 29 de mayo de 2016, Luchadoras, La Sandía Digital, SubVersiones y muchas compañeras feministas más caminamos junto a Irinea Buendía para volver a colocar las cruces arrancadas por la indiferencia y la complicidad. “Arrancaron nuestras cruces y plantaron nuestra rabia”.