“No tengo salud porque perdí el saber de mí. Estoy como en tierra extraña”.
Sabiduría mapuche.
La ginecología natural plantea la prevención y alivio a partir de nuestro autoconocimiento corporal en acompañamiento con la medicina tradicional, además de prácticas básicas ancestrales. Si somos capaces de reconocer nuestras dolencias, seremos capaces de aliviarlas.
Para hablar de estas prácticas parto de la propuesta de Lorena Cabnal de recuperar y defender nuestro territorio cuerpo-tierra, y desde pensar la sanación política de los cuerpos como una necesidad cotidiana e indispensable: “Desde los cuerpos es donde se construyen las opresiones del sistema patriarcal, pero también, es donde radica la energía vital de emancipación, rebeldía, transgresión y resistencia”.
Desde la misma latitud sudamericana, la investigadora social chilena, Pabla Pérez San Martín, en su libro Manual introductorio a la ginecología natural nombra al cuerpo como todo aquello que podemos ver, tocar y sentir, un espacio que vive fragmentado, separado de la conciencia y maltratado por el sistema. Es también, nuestra trinchera de lucha, nuestra coraza, nuestra materia que pide conexión, amor y respeto.
La iniciativa de ginecología natural no es reciente, “a principios de los setenta un grupo feminista en Los Ángeles denominó self-help o auto ayuda a la práctica de ejercer la autogestión de la salud, a partir de la realización de autoexámenes, usando su sabiduría y de manera autodidacta”. Ahora es retomada y promovida entre mujeres mayoritariamente latinoamericanas de Argentina, Chile y Colombia; consulté su material en libros, blogs, círculos de sanación y talleres.
La ginecología natural agrupa remedios herbolarios comprobados como sustituto de medicamentos químicos para el alivio sintomático, estos remedios también tienen un uso preventivo y de tratamiento a algunas enfermedades comunes de baja morbilidad. La práctica también agrupa ejercicios de autoexploración e identificación de las etapas ginecológicas que implican la ovulación, fertilidad y menstruación. Sin embargo, puedo decir que la energía vital que posee una planta medicinal de nada sirve si no estamos conectadas con nuestro proceso.
Decimos que una mujer está empoderada cuando esos poderes ya no le son externos, se le vuelve cuerpo y subjetividad, manera de ser y de vivir. Cuando cada mujer defiende por sobre todas las cosas su cuerpo, sus recursos, sus capacidades, sus bienes, sus oportunidades, su mundo inmediato y mediato
Marcela Lagarde
Además de ser una gesta por la reapropiación física —el ejercicio de “acuerparnos” como sugiere Lorena Cabnal—, la ginecología natural también añade la reconexión que Naomi Wolf nombra como “conciencia de la vagina”. Expresión que se refiere a la transmisión de pensamientos y emociones de la vagina al cerebro y viceversa, es decir, al reconocer las emociones que influyen en nuestro estado fisiológico emerge la autoconciencia.
La autoconciencia nos sensibiliza con lo que somos y habitamos, sabiéndonos cíclicas y en constante cambio más allá de la materia o lo somático. Mientras continuemos rechazando y evadiendo nuestro funcionamiento biológico estaremos perpetuando el maltrato patriarcal que aún oprime nuestros cuerpos.
¿Cuáles son los paradigmas que aún cargo y somatizo respecto a mi ciclo menstrual?, ¿identifico mis órganos genitales y sus anomalías?, ¿sé verbalizar mis incomodidades físicas y emocionales?, ¿cómo desaprender los hábitos que aún me mantienen ajena a mi cuerpo?
De este reconocimiento integral —físico y emocional— parte un empoderamiento importante: si estoy sana, podré cuidar de otras. “Denunciar la violencia, dar lucha y oposición es algo que no podemos seguir haciendo con cuerpos enfermos”.
Esta potencia también se expande como resistencia para emanciparnos del sistema farmacéutico que explota nuestros ciclos biológicos con fines consumistas. Me refiero al mercado comercial que expropia nuestros genitales, bajo la repetitiva falacia de saberlos sucios, defectuosos y vergonzosos caemos en la trampa de someterlos o alienarlos con productos “higiénicos”. Por su parte, la ginecología natural despliega conocimiento suficiente que nos permite deslindarnos de estos estímulos artificiales que no necesitamos.
Es importante apuntar que practicar la ginecología natural no invalida los beneficios de la medicina alópata en cuanto a consultas ginecológicas precisas o de prevención, sino que es una pugna por recuperar la participación activa en nuestra salud; ni un especialista, ni una herramienta médica o un libro de biología puede enseñarnos más que nosotras mismas.
Estamos acostumbradas a que nuestro organismo le sea más familiar al ojo ajeno que al propio, a que esté más cerca del médico que de nuestro propio saber. Sintamos, nombremos y evaluemos nuestro cuerpo sin que éste sea manipulado, exijamos además el trato respetuoso y comprensivo que en ocasiones la ginecología hospitalaria no nos da.
“La medicina natural forma parte de nuestra herencia de mujeres, pertenece a nuestra historia, es nuestro legado ancestral”. Las plantas son nuestras hermanas, así como hermanas somos todas. Para recuperar nuestros cuerpos debemos convertirnos en autodidactas de nuestra salud básica femenina. Así también involucrarnos en el autoconocimiento, compartirlo en colectividad y con responsabilidad, es así como vamos tejiendo el camino hacia el poder de nuestra sanación.
A continuación, enlisto cinco libros como herramienta a un primer acercamiento al tema:
- Luna Roja, de Miranda Gray.
- Vagina, de Naomi Wolf.
- Brujas, parteras y enfermeras, de Barbara Ehrenreich y Deirdre English.
- Manual de ginecología natural para mujeres, de Rina Nissim.
- Manual introductorio a la ginecología natural, de Pabla Pérez San Martín.