¿Están listas carnalas? es la llamada que trae al escenario a un grupo punk feminista poco convencional, las Hermanas Hímenez, tienen 80 años y están en el Auditorio del Centro Femenil de Reinserción Social de Tepepan, al sur de la Ciudad de México, rockeando la cárcel.
En un futuro hipotético, que en realidad está inscrito en el presente más lacerante, estas hermanas, hijas de diferente madre pero del mismo padre, un macho embaucador de adolescentes, viven en el encierro. En un convento. O en una cárcel. Se encontraron unas a las otras durante el XV Paro Internacional de Mujeres, plantadas frente a la casa de ese hombre que sin consciencia y sin consentimiento embarazó a sus madres por no usar condón.
Ese macho, el padre, es una metáfora de las Hímenez, puede ser cualquiera porque su comportamiento es generalizado y ha sido permitido por un sistema estructural de discriminación. Tocada, Clitoriana, Peluda, Ausencia, Virginia, Media y Rígida Hímenez pueden ser hermanas de sangre o de opresión, y cantan su historia: después de descubrir el feminismo se dieron cuenta de que a sus madres las engañaron, vivieron bajo la mentira del amor romántico, a cargo exclusivo de las tareas de cuidados y sin recibir un peso a cambio. Fueron víctimas del patriarcado, y se cambiaron la J del apellido por H, cuando se dieron cuenta que el himen, una membrana diminuta parecía tener más valor que la vida de nosotras.
Esta banda feminista punk, radical, autogestiva, pansexual, poliamorosa, vegana, antiespecista, anarquista, anti-gluten, artesanal, se ríe de sí misma para reírse del sistema y exorcizar el dolor. Llegó al CERESO de Tepepan con la compañía dirigida por las actrices Yanet Miranda y Ana Beatriz Martínez, quienes quisieron accionar con internas porque el arte es una herramienta catárquica, y el cabaret “un lugar de crítica de la realidad en el que podemos desmenuzar nuestros dolores, hasta reírnos y poder encontrar algunos mecanismos que nos ayuden a poder ver algunas cosas que no estamos viendo”.
Todo empezó presentando la obra en el penal durante visitas de difusión, fue entonces que Vianney se imaginó en el escenario: “Ya me vi haciendo ese papel”, pensó. A ella le gusta actuar desde que era chiquita, y se integró a los talleres con la compañía de las HHH en el mes de abril para aprender herramientas de actuación, a la par que sus compañeras aprendían de música, guitarra eléctrica, batería y bajo.
El proceso también consistió en lanzar algunas provocaciones con temas como la menstruación y el placer, en sesiones de las que surgieron sus historias personales y dieron pie a una adaptación. Nefra ya había actuado antes, pero siempre siguiendo un guión, de ser una Hímenez le gustó improvisar y distraerse, salir de la rutina, salir de la cárcel un rato. La adaptación para ella fue también un vehículo para desahogarse y hablar de situaciones cotidianas como el lesbianismo, ser “tortilleras” en la cárcel, desgenitalizar el placer, de la dependencia al amor romántico y también del costo de la vida dentro del penal.
En el grupo de actuación que conformó la compañía en el penal, dos mujeres se declaraban inocentes y una presa por defenderse. Gloria aprendió a tocar música desde los 14 años y le encantan los aplausos, la hacen sentir bien. Hoy está presa en Tepepan por defenderse de un intento de violación. Ella se define como punk, que para ella significa rebeldía y libertad de expresión. Llevaba más de treinta años sin tocar la batería hasta que encarnó en una Hímenez y volvió a “sentir el ritmo por dentro”.
Para Ana Beatriz, toda presa es política y la cárcel es un invento patriarcal, una maquinaria misógina que no hace justicia, y que por el contrario somete a un doble o triple castigo a las presas: “primero porque los motivos suelen estar asociados a la violencia por ser mujeres, es decir, presas por abortar, por defenderse de sus agresores, por engancharse con hombres a quienes ayudaron a delinquir, por delitos por los que quizás otras tendríamos los medios para pagar una fianza; luego porque los castigos para las mujeres suelen ser más duros, y por último porque a ellas las abandonamos estando en reclusión”.
A Yanet la deslumbró el talento y la creatividad de las mujeres durante los talleres en Tepepan, una pasión admirable que le hace creer que el arte puede ser una posibilidad para reducir el delito. Ver crecer a las internas desde la capacidad de juego que da la actuación y la improvisación, fue lo que más la alimentó: “Ellas con su talento, con su coraje, ellas en sí mismas son un impacto para cualquier persona (…) en el escenario brillan, se les ve la felicidad, la plenitud”.
Para la compañía de las HHH, la experiencia en Tepepan les permitió reconocerse en mujeres valedoras que en situaciones difíciles, estando lejos de su familia e hijos o abandonadas por sus parejas, son fuerza y coraje. En México, según el INEGI, más de 9 mil mujeres están en reclusión, y de la población que sigue esperando sentencia el 44% son mujeres, es común que vivan en hacinamiento según la CNDH, que afirma que “son mujeres que desde antes de llegar a la cárcel han padecido opresión, y una vez colocadas en el sistema como internas, no reciben de él los elementos básicos necesarios para poder retornar a la vida en libertad”.