Patricia Gualinga: Defensora de la selva viviente

Sep 24, 2018

Dentro de la amazonía ecuatoriana vive y resiste el pueblo Kickwa de Sarayaku, guardianes históricos del río Bobonaza, de gigantescos árboles de más de 245 centímetros de altura y de aves que aún cantan los amaneceres; protectores y de un territorio que está en la mira de empresas extractivistas y petroleras, mismas que se han topado de frente con la fuerza y valor de mujeres guerreras como Patricia Gualinga, voz de la “Selva Viviente”.

No es difícil imaginar la riqueza natural y cultural que alberga un territorio asentado en las inmediaciones de la selva amazónica, en la Provincia Pastaza de Ecuador. Al igual que la de Perú, esta selva es  considerada el epicentro de la biodiversidad mundial y es justamente esta condición, la que a partir de los años 60, le convirtió en un atractivo para las industrias extractivas de América y el mundo.

También, es a partir de esta década, cuando los gobiernos sudamericanos, apoyados por el Banco Mundial y otros organismos internacionales buscan imponer su modelo de “desarrollo” en estos territorios, lo que se traduce en construir carreteras, impulsar los monocultivos y bombear sus capas petrolíferas, sin considerar la cosmovisión del pueblo.

Este modelo de “civilización” podría significar una embestida brutal y sin vuelta atrás, y aunque implica riesgos y amenazas de muerte, la ambición es  impedida por la comunidad de Sarayaku  y sobre todo de las mujeres kickwas, quienes demuestran por la vía de la digna resistencia, que sus tierras no se tocan.

Sarayaku es un pueblo indígena que tiene aproximadamente 1,300 habitantes y se rige por medio de un consejo de gobierno conformado por autoridades tradicionales, que representan a cada uno de los sectores de la población, por ejemplo, los ancianos tienen representantes de ancianos, las mujeres y los jóvenes también tienen sus representantes. Pero cuando se trata de tomar las decisiones más importantes, éstas las toma la asamblea de Sarayaba.

Por otro lado, el pueblo de Sarayaku, además de preservar sus formas tradicionales de organización, lucha por mantener un modo de vida y de alimentación donde lo que prima es el respecto y una relación con su entorno más justa.

Es esta misma cosmovisión, la que impregna el uso de el internet por parte de la comunidad, no de forma indiscriminada, sino como una estrategia de resistencia y comunicación, ha sido justamente este medio el que les ha permitido dar a conocer su lucha al mundo.

Sarayaku es un pueblo que sabe resistir y que ha encontrado en las mujeres como Patricia Gualinga, la combatividad necesaria para resistir pese a cualquier pronóstico. Ella es parte activa de la resistencia kickwa desde muy joven, en 1992 participó en la primera manifestación que reclamó la adjudicación de los títulos territoriales para la comunidad, a partir de este momento, su lucha ha sido incansable.

En entrevista con Luchadoras, la activista nos habló de la historia de la lucha de la que es vocera y cómo se consolidó la defensa de Selva Viviente.

 

Luchadoras: ¿Nos puedes contar sobre los antecedentes de la lucha por la defensa de Sarayaku?

Patricia Gualinga: El pueblo de Sarayaku ha mantenido su rebeldía y su dignidad desde hace muchos años, mucho antes de que aprendieran a hablar el español, sin embargo, eso no se ha expresado fácilmente hacia afuera, hacia el mundo. En la época de nuestros abuelos, (ellos)  montaron un campamento militar en Sarayaku y el pueblo lo quemó, varios líderes fueron apresados. Después, en 1989, ingresó el primer bloque petrolero a la Provincia y Sarayaku se resistió nuevamente y aun sin una estrategia de comunicación y carente de una estructura de defensa jurídica, logró defender su espacio territorial… en ese momento se firmaron los acuerdos de Sarayaku.

L: ¿Nos puedes hablar más de la emblemática marcha de 1992?

PG: El gobierno de Sarayaku nunca cumplió los acuerdos y fue en ese año cuando surgió la gran idea de hacer una marcha hacia la ciudad de Quito para exigir que nos proporcionaran los títulos de propiedad. Después de casi un mes de lucha, nos dieron los títulos, ahora somos los adjudicatarios. Yo participé en esa marcha siendo joven, a lado de mi madre y mis hermanos. Fue una forma de decir, “aquí estamos, somos amazónicos”. Es la primera vez que se ven rostros de grupos amazónicos saliendo a una marcha a Quito, la ciudad estaba impactada con nuestra presencia, hubo una solidaridad muy fuerte, al menos 8 mil indígenas se movilizaron.

L: ¿Cómo surgió la resistencia organizada de las mujeres?

PG: Después, en el 2006, hay una nueva concesión petrolera y es en este momento es cuando se da una discusión fuerte a nivel interno, comenzamos a analizar lo que implica nuestra visión de conservación de la selva y del bosque y es aquí cuando las mujeres dicen, “no, no queremos, no va a haber negociación, no va a haber un diálogo donde salgamos perdiendo”. Así es como Sarayaku decide que no habrá en su historia explotación petrolera ni minera y que eso se va a hacer respetar.

L: ¿Cómo fueron desarrollando las habilidades de una defensa legal propia?

PG: Yo creo que fue el instinto de sobrevivencia, primero a los ancianos se les encargó la parte de las visiones y de protección espiritual. Las mujeres, que eran las más radicales, ellas estaban al frente de las decisiones exigiendo la no negociación. Se estructuró por medio de la conformación de grupos, de logística, de resistencia, se eligieron a personas para ir como representantes a la ciudad.

L: ¿Cuáles fueron sus estrategias de comunicación?

PG: Nos dimos cuenta que si nosotros no comunicábamos hacia fuera, iba a ser una lucha perdida. Nos preguntamos, ¿quiénes pueden documentar esto? No había muchos recursos, no teníamos experiencia de comunicación, estaba Heriberto, mi hermano menor, él tenía una cámara Hi8 con la cual hacía videos y comenzó a documentar todo, así es como empezamos.

L: ¿Cuándo comenzaste a ser vocera de las demandas del pueblo de Sarayaku?

PG: Junto a una amiga mía, organicé un viaje de prensa y fue así como llegamos a los medios nacionales como un pueblo que no quería explotación petrolera, de esta forma la lucha adquirió visibilidad y me convertí en vocera. Yo me dediqué a cosas técnicas como enviar los oficios a presidencia, hacer contacto con los medios. Después, cuando se desató la violencia comenzaron a aparecer organizaciones de defensa de derechos humanos y el medio ambiente.

L: ¿Cuál ha sido el momento más difícil para ti como activista?

PG: Mi primer viaje a Quito fue brutal, nos fuimos en bus, no teníamos presupuesto […] yo estaba sufriendo el impacto de empezar en el activismo, con sacrificio, caminando por una ciudad tan grande como lo es Quito. Hubo organizaciones de la sociedad civil que nos apoyaron, nos dieron una mano, nos escucharon por lo menos, pero las cosas se volvieron más violentas: habían atrapado a gente nuestra, comenzaban a militarizar nuestro territorio. Y lo denunciamos, logramos posicionarnos ante los medios porque nunca nos quedamos callados.

L: ¿Qué es “Selva Viviente”?

PG: Selva Viviente es una propuesta que el pueblo de Sarayaku ha venido trabajando por muchos años. Es entender la naturaleza de una manera diferente a la que estamos acostumbrados. En las ciencias naturales te enseñan que el árbol crece, se reproduce y se muere, en nuestro contexto eso sólo es una parte, nosotros sabemos que existen seres de la naturaleza que generan ecosistemas y que cuando se destruye la naturaleza, estos seres también se destruyen y se mueren. La función primordial de “Selva Viviente” es regenerar los ecosistemas y dar vida y salud a la humanidad y a la tierra. La Selva Viviente involucra toda esta visión profunda de los pueblos indígenas y lo sagrado de los líderes espirituales.  Es una razón más por la cual el tema petrolero no es negociable, nosotros no podemos negociar algo que no nos corresponde, algo que lleva a la destrucción porque va en contra de nuestros principios, nuestra visión y nuestra forma de existir.

La forma de relacionarse con el medio que rodea a Sarayaku es excepcional, su propuesta se llama “Selva verde” y es a través de la cual el pueblo entiende a la naturaleza, de una forma diferente. Cada una de las partes del ecosistema tiene una importancia fundamental para el desarrollo de la vida de todas y todos.

 

L: ¿Cuál es tu opinión acerca las industrias verdes?

PG: El problema de la conservación es que todo lo quieren mercantilizar y eso no es lo que se debe buscar, todo lo convierten en un tema económico, el oxígeno-economía, el agua-economía, el aire-economía, ¡la vida nos dio eso gratis!

Nosotros lo venimos planteando de una manera muy distinta, primero se necesita que el mundo reconozca que la naturaleza funciona de una manera diferente, que los esquemas tradicionales de conservación son un fracaso, que el mundo está viviendo una crisis climática total y que es momento de transformaciones profundas. Los pueblos indígenas que habitan bosques y selvas los están defendiendo con su vida, poniendo en riesgo su seguridad. Las cumbres de cambios climáticos no están funcionando por eso, porque su idea no está enfocada a la conservación sino en el mercado. Eso se tiene que cambiar, tal vez el mercado tenga que sacrificarse un poco, ya ha usufructuado demasiado, ya ha explotado todo, ahora es el momento de repensar lo que está en juego, una economía que puede llevarnos a la muerte o un planeta que hay que cuidar y que después, nos puede dar vida.

L: En medio de este mundo de tanta destrucción, ¿cómo conservar la esperanza?

PG: Nuestro rol en este mundo es resistir como lo estamos haciendo, pero viene una nueva generación que posiblemente tendrá más de conciencia. En algún momento escuché que el ser humano todavía no ha nacido y que nosotras y nosotros somos una cosa medio híbrida, los que violan derechos humanos no pueden ser seres humanos. Por eso yo tengo la esperanza de que vienen naciendo, hay niños que saben lo que es la naturaleza, el cuidado ambiental. También hay gente que está preocupada de vivir de una manera un poco más sustentable, por más que sea lento, empieza a haber una generación que se pregunta qué estamos haciendo, eso está creciendo […] yo sí veo que hay pequeñas inquietudes y avances, tal vez el cambio no es tan veloz como quisiéramos, pero por algo se empieza. Mientras tanto nuestro rol es seguir resistiendo.

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