[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]
La palabra transforma, es el centro de mucho de lo que nos da sentido e identidad, rompe los silencios y en muchos casos es el primer paso para quebrar las violencias; quienes se han tomado las letras como profesión y vida, lo saben. Para las mujeres escritoras la palabra es sanación, fuerza, emancipación e unión, en este marzo lleno de resistencias, ellas nos recordaron que las palabras también son denuncia y un grito de ¡Ya Basta!
A una semana de que estallara en México el movimiento #MeToo (Yo También) platicamos con Maricela Guerrero, Rosario Loperena y Zazil Collins, tres escritoras feministas sobre la importancia de este momento, que representa una gran grieta para el sistema patriarcal y en donde tenemos que dinamitar todos los mecanismos que nos han mantenido en silencio.
[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»Palabra, fuerza y resistencia» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][nectar_single_testimonial testimonial_style=»small_modern» color=»Accent-Color» quote=»“Venir de vuelta abrir la puerta está resuelta estar alerta
Sacar la voz que estaba muerta y hacerla orquesta
Caminar seguro libre sin temor respirar y sacar la voz”
Ana Tijoux
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Como bien lo señala Vivian Abenshushan en Tsunami, las voces de las mujeres comienzan con un silenciamiento. Ese silencio que viene acompañado de una impunidad que se presenta en más del 85 por ciento de las denuncias presentadas y procesos penales que pueden durar más de 5 años, nos hace pensar que este momento en el que las mujeres están rompiendo el silencio es histórico.
Decir #YoTeCreo también es reconocernos en las historias de otras y validar la palabra, en entrevista Zazil Collins, ganadora del Tercer concurso del Festival de Poesía en Voz Alta de Literatura UNAM, nos recuerda que “el uso de la palabra construye identidades, discursos, y nos sana poder revelar: manifestar lo oculto, lo inconsciente, lo que nos aqueja”.
Para ella, haber contado las experiencias de abuso que eran por todos conocidas, pero por muy pocos reconocidas, no es para repudiar a los hombres, es para que “ mis colegas sepan que me pagan menos por publicar o asistir a un encuentro, que el editor me está condicionando un apoyo a un favor sexual, que el renombrado fotógrafo de los poetas insiste en tomarme fotografías desnuda” para así poder reaccionar juntas y tejer nuevos espacios, donde las mujeres puedan defenderse y ser amigas.
Maricela Guerrero, autora de poemarios: como “Se llaman nebulosas” o El tema de la escrofularia”, nos recordó que la palabra es un asunto “que nos fuimos adueñando las mujeres, desde lo íntimo, desde lo más personal de nuestras relaciones hasta llevarlo a la esfera pública a través de una profesionalización de la escritura”.
Las denuncias a través de la palabra – dijo Guerrero- están permitiendo ir más allá, ir a tomar acción, a tomar espacios, y resalta que estos cuestionamientos no son recientes, pero ahora se tienen muchas más posibilidades y herramientas para ponerlo sobre la mesa, y es por ello que con #MeTooMx han salido a la luz muchas agresiones en el gremio.
De acuerdo con la base de datos pública desarrollada en GitHub hasta el 28 de marzo sumaban 235 testimonios publicados en Twitter en donde se hace alusión a violencias ejercidas por escritores mexicanos, a estas casos se sumarían los relatos que involucran a otros sectores culturales.
Guerrero recordó que no es la primera vez que las mujeres escritoras rompen el silencio, ya se había exigido que no hubiese jurados solo de varones, que se revisara la forma de evaluar la literatura escrita por mujeres..
[/vc_column_text][nectar_single_testimonial testimonial_style=»bold» color=»Accent-Color» quote=»“Es un reto que en medio de un gremio donde todo trabajamos con lenguaje, los argumentos de los poderosos, de los violentos, por muy sofisticados y pulcros que sean, están siendo acallados con textos, consignas, poesía proveniente de voces femeninas a las que ellos mismos intentaron someter.”»][vc_custom_heading text=»Voltear a ver la violencia» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][vc_column_text]
“Hay una simulación de respeto que si se rasca tantito se desmorona, entonces se revela cómo es que se ejerce el poder en detrimento de la mujer. Cómo es que la estructura se sostiene en una serie de supuestos donde la coloca en una posición inferior, donde puede ser utilizada, violentada, ultrajada sin consecuencias importantes”.
Al mismo tiempo se evidencia el silencio que han guardado hombres y mujeres respecto al peligro que representan muchos sujetos. La incongruencia de que por ser hombres letrados, cultos, sensibles, no serían capaces de ciertas cosas, la demostración de que eso no tiene nada que ver.
Sólo al hacer evidentes estas violencias cotidianas, es que cobra real significado la ya tan famosa cifra del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) que señala que en México el 66 por ciento de las mujeres viven violencia.
Collins resalta que más allá de conocer nombres y apellidos, los testimonios demuestran la universalidad de un grupo de poder, “desde luego controlado por hombres: escritores-funcionarios, foros, editoriales, que han marcado históricamente la pauta de lo que significa ser un artista en el circuito del arte”.
Y aunque la violencia queda expuesta como una herida lacerante, que duele, permea e irrita, este momento también ha permitido dimensionar y redimensionar el problema tan profundo que tenemos de comunicación y de visión del mundo, en el que las mujeres habían estado sometidas o sujetas a una serie de condiciones bastante opresoras, recalcó Marcela Guerrero.
[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»La fuerza está en las redes, pero en las de mujeres» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][vc_column_text]
Rosario sabe que estos días han sido de una actividad emocional inusitada. “El esfuerzo que se requiere para hablar sobre estos temas, el dolor que vuelve a doler cada vez que se recuerda, el miedo profundo de las represalias, la inmensa emoción por la valentía de las otras, la lucha contra la vergüenza, la reinterpretación de la palabra honor, la rabia.
La sensación de saber que estamos juntas, que una le da valor a la otra, que entre todas el poder de los abusadores se hizo pequeñito, que esto no es un ejercicio de chisme como algunas veces se piensa, sino una práctica política que empieza por los gritos y las llamas y poco a poco va tomando forma para construir espacios para nosotras, espacios que gestionemos de acuerdo a nuestras necesidades, espacios para ser dignas”.
Y es que lo que le da valor a este movimiento no es la viralidad de las redes sociales, si no los lazos que se están tejiendo de forma digital y que ya han mostrado su fuerza en otras ocasiones.
Hace un año #MeToo surgió en Estados Unidos, para denunciar el acoso y la violencia sexual que se vive en la industria cinematográfica, y mutó hasta convertirse en una plataforma que brinda información y recursos para enfrentar estas agresiones y hacerle saber a las mujeres, que no están solas.
En este país, el estallido ocurrió el viernes pasado, cuando se denunció que Herson Barona, que estaba próximo a presentar un libro, había golpeado y abusado sexualmente de más de 10 mujeres. Tras ello, se habilitó la cuenta yotecreomx@gmail.com para que muchas mujeres pudieran denunciar anónimamente a sus agresores, desde ese momento los tweets y mensajes no han parado.
Muestras de solidaridad y respaldo con quienes contaron sus historias han logrado opacar los juicios y cuestionamientos que muchas mujeres han recibido, de acuerdo con Zazil, esto tiene que ver con la fuerza de las redes de mujeres:
“Como mujeres –asumidas feministas o no– nos toca respaldarnos y seguir fortaleciendo nuestros pequeños círculos/redes culturales. Nos toca construir más y mejores espacios, espacios libres de violencia, espacios de amistad. Nos toca defender también a otras, no pasar por alto estos abusos, escudándonos en que a nosotras no nos ha pasado o que somos más fuertes que otras. Nos toca señalarle a nuestros amigos y colegas cuando están causando/nos daño.”.
[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»Y ahora ¿qué sigue? » font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][vc_column_text]
Duele ver cómo en todos los casos de agresión, expuestos recientemente, las avergonzadas son las mujeres a las que tocaron, violaron, acosaron, nos dijo Rosario, para ella es claro que esto tiene que ver con que nos enseñaron que está mal “dejarte tocar”, nos enseñaron la importancia de mantener intacto el cuerpo y cómo aunque sea en contra de tu voluntad te sientes culpable de que éste haya sido violentado.
Por ello, ante este momento crucial lo que sigue es “derribar todos los mitos que colocan a los hombres en un plano sensible distinto al nuestro, justificando sus violencias, su falta de contención, su poca empatía. Debemos rechazar la idea de ser protegidas, cuidadas, respaldadas por los hombres. Sentirnos autosuficientes.”
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