La palabra es un músculo que se ejercita en las plazas, en São Paulo, cada segundo jueves del mes. La pista no se mide en metros planos, sino en minutos. Tres minutos para ser exactos. Una de las tres reglas básicas del slam, además de que el poema sea de autoría propia y sin más que la voz y el cuerpo.
La poesía slam no es rehén de los últimos románticos, no suena al violín del corazón triturado. Es el ladrido de un perro que vive en la calle, que camina seguro, se sacude la lluvia y esquiva camiones. Es la poesía guerrera. La poesía sudada. “Los slammers son considerados atletas de la palabra”, dice Roberta Estrela D’Alva, actriz, dramaturga, MC, poeta slam, originaria de São Paulo, hija de negro y branca, de madre brava, de poesía encendida, en entrevista para Luchadoras en la Ciudad de México.
La historia “oficial” dice que poesía slam se incubó entre las paredes negras con rayones blancos del Get Me High Lounge alrededor de 1985 en Chicago. Algo vibraba en los aires. Alrededor del mismo año, nació el Nuyoricans Poet Café en Nueva York, pero dicen que las primeras imágenes de poetas subidos en un ring para tirar rimas pasaron en el underground punk años antes en estas ciudades. Seguro al mismo tiempo un fandango sudoroso en Veracruz enfrentaba a dos versadores al ritmo de la jarana.
Roberta Estrela volvió de un viaje a Nueva York en 2008 e inoculó la semilla en Brasil, donde se declaró la ZAP, la Zona Autónoma de la Palabra, una noche de micrófono abierto dedicada a la poesía viva, la instauración de un espacio temporal que a la mañana siguiente ya no está, pero que se manifiesta semanas después de nuevo. Acontecimientos. Manifestaciones nómadas en directa referencia a Hakim Bey, “una operación guerrillera que libera un área -de tierra, de tiempo, de imaginación- y entonces se autodisuelve para reconstruirse en cualquier otro lugar o tiempo, antes de que el Estado pueda aplastarla”.
Cuando la poesía explota en el espacio, la plaza pública, se sube a los camiones, visita los mercados o se encuera, también se conoce como “poesía en voz alta”, y se vuelve una performance. El texto también está inscrito en la temperatura, el sonido de los pájaros, el momento político, la sucesión de eventos que no se repetirá. Para Roberta Estrela D’Alva “el performance presupone todo, presupone el público, la lluvia, el presentador, el performance es un círculo”.
Para que un slam acontezca, es fundamental la participación colectiva y activa de quienes estén presentes, escribe Roberta en “Un micrófono en la mano, y una idea en la cabeza”. Y así es como se forma el jurado, que se escoge esa misma noche de entre el público, y después de cada performance puntúa. En la poesía slam no se trata solo de “la glorificación del poeta en detrimento de los otros, sino en la celebración de la comunidad a la que pertenece”.
La poesía slam es “un verso que se centuplica cual onda en el estanque, no uno que se encierra en un librito abismal con mil libritos que nadie osará tocar o las puertas de una sapientísima academia a las que les pasará lo mismo”, dice Rojo Córdova, precursor de este género en México.
La poesía se rebela a su resguardo sagrado e intocable, a su revestimiento de élite, “de personas de alta cultura, aquellas lecturas donde sólo una persona lee por 30 minutos”, dice Roberta Estrela. Esta forma de poesía quiebra las estructuras de poder y regresa a la calle. Tal vez nunca se publique impresa porque no sería posible captar el acontecer en la linealidad de un texto escrito. La textualidad excede al texto impreso.
La idea es “popularizar la poesía”, y por eso sucede en las calles. “¿Acaso la plaza no es libre?”, pregunta Roberta. En el slam se expresan las demandas “do agora”, de “ahora” pero también del ágora griega, de la asamblea en el espacio público de la ciudad que congrega a sus habitantes. Hay un sentido de actualidad y comunidad en la convocación que hace la poesía slam, es grassroots, de base, de hoy y de la gente. En Brasil, donde 77% de 30,000 víctimas de asesinatos de jóvenes son negros, y suceden 10 violaciones colectivas a diario “el feminismo y la negritud terminan ganando los slams porque vienen con urgencia”, dice Estrela D’Alva.
La lenguas impuestas como instrumentos colonizadores de Europa en América, tanto en Brasil como en México, también entrañan una forma de dominación machista: “El lenguaje es un modo de dominar y de normalizar que el género masculino es la norma, decir: “los hombres de la tierra…” ¡¿qué es eso?!”, dice Roberta en entrevista. También hay rimas machistas en el slam y un ambiente que se puede poner hostil por la competencia: “Hay muchos hombres, lo que les puedo contar es que en una ocasión en Brasil, hay un slam que se hace en la calle y otro sólo de chicas, y ahí un tipo comenzó a decir cosas machistas y las chicas se unieron y fueron al comienzo del slam con bocinas, pararon todo y dijeron todo lo que tenían que decir”.
El “Slam das Minas” surgió en Brasilia en 2015, hoy en Brasil, ya tiene cinco circuitos en los estados de Distrito Federal, São Paolo, Rio de Janeiro, Rio Grande del Sur y Bahía. En la ciudad de São Paulo esta manifestación de la poesía slam, que congrega solo a mujeres, es impulsada por las poetas Mel Duarte, Luz Ribeiro, Carol Peixoto y Pam Araújo de Slam das Minas São Paulo.
El lenguaje es un modo de dominar y de normalizar que el género masculino es la norma, decir: “los hombres de la tierra…” ¡¿qué es eso?!
Para Mel Duarte es un espacio seguro para que las mujeres puedan hablar sin ser juzgadas, para que puedan probarse en el slam. Se habla de machismo, acoso, racismo, homofobia y de la opresión, también de las maternidades. “Me trajo una conciencia política y social que nunca tuve, empecé a repensar mis actitudes que reproducían el machismo y el racismo en algunos momentos. La poesía hablada tiene el poder de discutir, causar molestia” dijo Carol Peixoto al blog Escrevendo o Futuro.
“¡Abre esa boca mujer!”, empieza su manifiesta. “Todo lo que nos han quitado, será cobrado. Que todas las bocas hablen, que todos los ojos, vean, que todos los cuerpos se liberen, que todas existan”.“Quebraremos estereotipos, seremos libres”, dice otra parte del poema. “No nos insulten preguntándonos quién es nuestro padre, no sexualicen sus besos, no ofrezcan sus falos. Aviso. Somos palabras”(…) “Ya no nos callamos. No más. Somos gritos. Somos mujeres”(…) “Que nunca más uno o treinta y tres penes invadan nuestros sexos sin consentimiento. Todo No es No. Y punto”.
¿Quiénes somos nosotras? dice Leticia del Slam das Minas de Rio de Janeiro, “Somos todas: mujeres, trans, queer, no binarixs. Todas que históricamente fueron silenciadas. Somos, por encima de todo, este espacio vacío, libre de etiquetas, a ser llenado por una libertad radical. Somos la suma de nuestras voces, que se oyen, acogen, empoderan. Somos juntas. Vamos juntas.”
El lenguaje es un cuerpo vivo, es de las personas, muta y florece en la calle, también explota, se rebela contra la gran Inquisición de la lengua, le habla a la carne, a lo que nos atraviesa. En los slams de poesía en Brasil la palabra está viva, arde en las calles. “Cambiando el lenguaje es posible reparar un montón de cosas”, dice Roberta Estrela D’Alva.
*Traducción por Alexia Zuñiga
Video por: María Fernanda Muñoz
Gracias al Circuito Nacional de Poetry Slam en México, a Cynthia Franco, Edmeé García aka. Diosa Loca y Karloz Atl.