[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Las cosas están cambiando; o al menos queremos creer en este cambio y trabajamos por él día con día. Nos esforzamos, por agotador que resulte, en señalar las violencias e injusticias, en sublevarnos ante un sistema que pretende paralizarnos y callarnos una y otra vez. Alzamos la voz, a pesar de lo doloroso que pueda resultar, de todos los espacios que podamos sacudir, de todas aquellas conciencias que podamos incomodar. Y, así como nosotras, hay una larga historia de mujeres que nos preceden: mujeres que se enfrentaron a un entorno mucho menos empático, comprensivo e informado, mujeres que tuvieron que picar piedra a partir de sus propias luchas y dolores. Nevenka (2021), miniserie documental disponible en Netflix, hace un recuento de la historia de una de estas mujeres, pieza clave para pensar y cuestionar temas tan complejos como el acoso sexual laboral, las relaciones de poder, el tratamiento mediático y el escrutinio público de este tipo de casos.
Nevenka Fernández fue concejala de Hacienda del municipio de Ponferrada en 1999, cuando tenía veinticinco años. Llegó al cargo gracias a la invitación de un conocido de su padre, justo después de acabar un máster en la Universidad Complutense. Tras un año trabajando en el municipio, renunció. En 2001 denunció al alcalde Ismael Álvarez por acoso sexual, detonando un proceso que la colocaría en la mira pública y la sometería a un sinfín de juicios morales y tratos revictimizantes.
La miniserie narra esta historia a partir del momento en que Nevenka llega a este entorno. A través de material de archivo y testimonios tanto de ella como de otras personas que estuvieron cerca durante aquel periodo, conocemos el desarrollo de la relación entre Nevenka y el alcalde, quienes comenzaron con un trato amistoso que, tras insistencias constantes de él desembocó en una relación romántica efímera de la que ella pronto se arrepintió. El caso sigue al pie de la letra el modus operandi típico del jefe que abusa de su posición de poder sobre alguien en clara desventaja: Nevenka no sólo era su subordinada, también era una mujer joven en un entorno dominado por hombres mayores, era menos experta laboralmente y, en esos momentos, tenía una carrera que estaba prácticamente en manos de él.
Llena de rabia –pero no sorprende– ver el rumbo que toma la historia con el paso de los episodios, ese rumbo que tantas veces hemos visto replicado, que tantas de nosotras hemos vivido en carne propia. Al comenzar su proceso de denuncia, Nevenka es señalada como culpable de haber seducido al hombre denunciado –y no sólo por él, también por otros actores de su entorno, por los medios y por muchos ciudadanos del municipio que ante todo preferían creer en el funcionario por el que habían votado. Esta versión, además, se alimentaba por el hecho de que ella era joven, alegre, tenía una belleza hegemónica innegable y estaba comenzando una carrera política.
En un episodio, una señora exclama a todo pulmón, “A mí no me acosa nadie si no me dejo”, durante una concentración en apoyo al alcalde. Resulta aplastante contrastar estas escenas, las escenas del juicio y de los noticiarios, con el rostro desgastado de una Nevenka exhausta, resistiendo. Al final, el fallo del juicio fue a su favor y recibió una indemnización, pero aún así tuvo que cambiar su rumbo profesional, dejar la ciudad donde vivía y cargar con un estigma imborrable. Casos como éste nos orillan a preguntarnos qué sucede con las sentencias, si es que existe la posibilidad de un desenlace verdaderamente justo, si es que hay una manera de que se nos devuelva lo que nos fue arrebatado. Lo que queda, tal vez, es seguir visibilizando estos casos, alzar la voz, incomodar, y así esperar que cada vez sean menos mujeres quienes son sometidas a este infierno por el sólo hecho de querer desenvolverse en un entorno laboral.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]