[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Las abejas son mucho más que miel. Cuando su zumbido está cerca las personas huyen o se paralizan. Pero sin ellas no podría saborear la deliciosa taza de café que bebo por la mañana o un mango dulce cuyo jugo escurre entre mis dedos cuando lo chupo. Tampoco existirían el algodón, o plantas medicinales; peor aún ecosistemas enteros como los bosques desaparecerían y con ello el alimento del ganado. Suena como un apocalipsis zombi y aunque sería ideal que fuera una ficción, la realidad es que las abejas están muriendo. Corrijo, nuestras acciones como consumidores y explotadores de los recursos naturales las están exterminando. Comenzar a reconocerlas es urgente para que la vida siga existiendo como la conocemos.
Mi re-encuentro con la vida y alquimia de las abejas fue a través de los saberes y conocimientos de personas que las observan, escuchan y trabajan muy cerca de ellas. Guardianas y guardianes, mejor conocidas como mujeres abeja, hombre árbol o familia bosque. Personas que huelen y hablan con la semilla y la abeja; que rescatan sus nidos ante la tala y urbanización, Personas que cuidan árboles nativos y transforman derivados de la colmena en productos medicinales y cosméticos de forma respetuosa. Saben que mientras más diversidad de verde y plantas haya en el monte, habrá vida y forman parte de INANA, A.C. un colectivo que cuida de las abejas nativas en nuestro país.
El zumbido de las abejas me llevó a mi primera parada en Coatepec,Veracruz. Ahí, conocí a Raquel; mujer alta, de pelo cano, quebrado, con las orejas y ojos bien pelados. Ella, durante casi una semana de convivencia, abrió la caja de Pandora cuando me dijo: “Las abejas jalan a otras abejas para conocer la ruta para llegar, van dejando marcas feromonales, olores. Siento que andan reclutando gente. Fue un llamado, sí, fui llamada. Nos queda claro que las abejas son un portal de conciencia enorme, yo y mis compañeras que estamos en este colectivo, nos sentimos al servicio de ser cajas de resonancias para la abejas”.
El encuentro entre las abejas y Raquel se dio en las montañas. Por años, trabajó con mujeres: campesinas, pastoras, mujeres de comunidades rurales e indígenas cercanas al trabajo con plantas medicinales, herbolarias, y también trabajó con las apicultoras, se convirtió en una de ellas y llegó ser parte de una red que integraba a más de 100 mujeres al norte de Guanajuato. Su curiosidad la llevó a aprender más sobre las abejas que no pican, así el zumbido, la guió a la península de Yucatán. Y aunque INANA se formó en el altiplano de México las abejas la llamaron acá, a Veracruz. “Las abejas me arraigaron, entonces me verás en donde haya abejas sin aguijones, sin duda ahí me verás”.[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»Creadoras de la vida» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Las abejas están trabajando todo el tiempo, su zumbido nunca para. De eso me percaté cuando nos trasladamos de Coatepec a la comunidad La Gloria, en el municipio de Cosautlán, Veracruz. Pedro y su familia me compartieron los secretos de su vivero y meliponario, El Chinini; en donde refugian nidales silvestres de abejas nativas sin aguijón, fabrican abonos orgánicos, lombricompostas y fertilizantes naturales, y germinan más de 4,000 árboles nativos de más de 100 especies.
Caminar ese territorio junto con Raquel, Pedro y Samuel me permitió saber que un bosque o un paisaje tiene muchas capas de lectura, el territorio que caminé dejó de ser plano, permití que éste me hablara sobre la diversidad de vidas que lo conforman y las múltiples relaciones entre sus habitantes.[/vc_column_text][nectar_single_testimonial testimonial_style=»small_modern» color=»Accent-Color» quote=»“Abrir los ojos de abeja, es abrir los ojos a la profundidad y ver desde esa mirada, de poner a las abejas en el centro de la vida como el corazón de la tierra, para entender desde ellas que de verdad esa relación que tienen con las plantas, es una relación de millones de años y que de esa dependemos, ese es el beso de la vida. Esa relación que crearon las plantas al crear flores y las abejas al crear vibraciones, pelos, canastitas, observación, vuelo, colectividad, para poder alimentarse y ofrecerle algo a las plantas, a los árboles. Y los árboles crear aromas, figuras. Eso es el beso de la vida” «][vc_column_text]En la primaria nos lo enseñaron de forma aburrida: la abeja poliniza, esa pequeña acción, que no es menor, tomó por fin significado en mi vida, comprendí lo valioso de esta especie. Las abejas son las principales creadoras de una gran parte del mundo, de la mayor parte de las plantas que existen en él. Los árboles, las semillas, los frutos y vegetales que consumimos existen gracias al trabajo imparable de esta especie.
Raquel y todas las guardianas y guardianes que conocí saben de la estrecha relación entre las abejas nativas, los árboles nativos, las semillas, la tierra, el agua y el sol. Saber tanto acerca de las abejas meliponas y de su territorio viene de una práctica que no tiene que ver con la explotación, esta comunidad no piensa en cuántos litros de miel producen las abejas sino en cuan valiosa es su labor para sostener el mundo que habitamos.[/vc_column_text][image_with_animation image_url=»7521″ alignment=»center» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][vc_column_text]
Foto: Eve Alcalá G.
[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»¿Abejas sin aguijón? Las nativas, las invisibles» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Convivir con las mujeres, hombres y familias de esta región de Veracruz, escucharles, caminar el monte con ellas y verles trabajar de cerca con las abejas meliponas me hizo ser consciente de que aún existe mucho desconocimiento sobre esta especie. Las abejas más conocidas son las Apis melíferas, las que tienen aguijón, que no son de este continente y que tienen una importancia productiva por las ganancias que genera su crianza y explotación. Lo impresionante es que éstas son tan sólo una de las 20 mil especies de abejas que existen en el mundo.
El trabajo realizado por toda la comunidad que forma parte de INANA, ubica a la abejas nativas en el centro de la vida, para ella son el corazón de la tierra. Las abejas nativas ya estaban volando entre los paisajes y habitantes de los pueblos mayas desde hace cientos de años. Tan sólo en México la meliponicultura, es decir, el cuidado y conservación de la abeja melipona tiene la fortuna de tener una estrecha relación con las culturas originarias, son las abejas comúnmente conocidas como meliponas las que fueron invisibilizadas, las originarias del continente Americano, me contó Raquel.
“Hay más de 20 mil especies de abejas en el mundo, en México hay más de 2 mil especies distintas, de esas 2 mil la mayor parte son solitarias. Hay mucha gente que nunca ha escuchado esto, que el 95% de las abejas son solitarias. ¿Cómo solitarias? ¿A qué se refieren? Ellas sostienen la mayor parte del planeta. Si hay algunas invisibles, esas son las más invisibles. Después está el otro 5%, ahí están esas abejas que son sociales y que evolucionaron impresionantemente a vivir en una colectividad que se llama así súper organismos, ahí están las abejas sin aguijón”. [/vc_column_text][image_with_animation image_url=»7522″ alignment=»» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][vc_column_text]
Foto: Eve Alcalá G.
[/vc_column_text][vc_column_text]Tras caminar el monte con Raquel caí en cuenta que sólo desacelerando el ritmo de la vida citadina, y siendo lo suficientemente humilde para aprender sobre las relaciones que sostienen la vida misma, es como podemos escuchar, expandir la mirada, sentir y respetar la vida de esta diminuta especie que básicamente sostiene el planeta.
“Y si no fuera suficiente por la herencia que hay de una relación de una especie de abeja en península maya que está pues en toda Latinoamérica, de tener una evidencia de una relación en un códice maya, una relación tremendamente potente como a entender que había hasta un dios de las abejas, y que las abejas eran sus hijas. O como en el Totonacapan que hay la diosa y el dios del monte, también a ellos hay que pedirles permiso para trabajar con sus abejas. Entonces eso por memoria, por entendimiento, por dejar de centrarnos como la especie más importante en el planeta, porque solamente este tipo de entendimientos son los que nos van a permitir desplazamientos, que son los que urgen para nuestra posibilidad de sobrevivir en el planeta”.[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»Polinizar las voces» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Sabemos que a nivel mundial existe una crisis política, económica, y por ende una explotación de los recursos naturales por parte de los Estados capitalistas y las corporaciones privadas. El “cambio climático” es una llamada de atención que podemos sentir a diario en el campo y las ciudades. Comúnmente las voces legitimadas para hablar de esta crisis planetaria suelen ser las de la academia. Después de haber sido tragada por el monte reafirmé la idea de que existen saberes valiosos que no son visibiles.
Existen voces que históricamente no han sido escuchadas. Polinizar las voces de la mujer abeja, el hombre bosque, y la abeja sin aguijón es la principal apuesta de Raquel y sus compañeras del colectivo; documentar, compartir y expandir la memoria viva, los saberes, las prácticas de mujeres, hombres, y familias de esa comunidad y las abejas meliponas.
Para Raquel resulta importante que no sólo sean las voces académicas las que se escuchen. “Nuestra apuesta de vida y política es la construcción de saberes colectivos. Hay voces que no han sido escuchadas y particularmente son las que están más cercanas a la naturaleza, las que tienen una memoria que no está guardada, una memoria viva sobre cómo relacionarse de modos en que puedes coexistir con el entorno”.
Y entender el entorno significa también comprender las múltiples relaciones que existen entre las abejas sin aguijón, sus ecosistemas y los demás seres vivos. De este encuentro en el monte con las y los guardianes de las abejas nativas aprendí que es necesario relacionarnos de otras formas con las abejas; así como, valorar que quienes huelen, escuchan a la tierra, a las semillas, y hablan con las abejas construyen colectivamente y posibilitan la vida misma.[/vc_column_text][image_with_animation image_url=»7524″ alignment=»» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][vc_column_text]
Ilustración: Areli Rema
[/vc_column_text][vc_column_text]Samuel, hombre árbol, expandió mi mirada de este territorio al compartirme la importancia de mantener viveros a escala familiar y no a escala comercial. Él, su padre, madre y hermanas son guardianes del bosque en su vivero “San Fiacre” en la comunidad de Tetlaxca. “En los tres viveros se reproducen 100 especies diferentes de árboles. En un vivero comercial se reproducen máximo 10 especies. La tendencia en reforestación es monocultivo. Por eso estos viveros familiares son importantes. No sembremos poquito, y tampoco sembremos pocas especies, eso no ayuda a las abejas. Las abejas son bosque”.
Algo que mis antenitas de abeja no pudieron ignorar fue la gran presencia de mujeres organizadas. En estas comunidades es difícil que su voz sea escuchada y legitimada. El papel de las mujeres abeja como sujetas de acción, como guardianas de la vida, y generadoras de conocimiento a través de las alquimias de las abejas y la memoria que guardan los bosques, coloca esta red de mujeres llamada La MARE, en el núcleo de las decisiones.
Sus zumbidos de resistencia y formas de defender la vida quedaron plasmados en este breve paisaje sonoro. Que nos recuerda la metáfora “Abejas para la vida. Para r-e(x)istir con las abejas”. Espero que ustedes también resuenen.[/vc_column_text][vc_raw_html]JTNDaWZyYW1lJTIwd2lkdGglM0QlMjIxMDAlMjUlMjIlMjBoZWlnaHQlM0QlMjIzMDAlMjIlMjBzY3JvbGxpbmclM0QlMjJubyUyMiUyMGZyYW1lYm9yZGVyJTNEJTIybm8lMjIlMjBhbGxvdyUzRCUyMmF1dG9wbGF5JTIyJTIwc3JjJTNEJTIyaHR0cHMlM0ElMkYlMkZ3LnNvdW5kY2xvdWQuY29tJTJGcGxheWVyJTJGJTNGdXJsJTNEaHR0cHMlMjUzQSUyRiUyRmFwaS5zb3VuZGNsb3VkLmNvbSUyRnRyYWNrcyUyRjc0Nzg5MTc3OCUyNmNvbG9yJTNEJTI1MjNmZjU1MDAlMjZhdXRvX3BsYXklM0RmYWxzZSUyNmhpZGVfcmVsYXRlZCUzRGZhbHNlJTI2c2hvd19jb21tZW50cyUzRHRydWUlMjZzaG93X3VzZXIlM0R0cnVlJTI2c2hvd19yZXBvc3RzJTNEZmFsc2UlMjZzaG93X3RlYXNlciUzRHRydWUlMjZ2aXN1YWwlM0R0cnVlJTIyJTNFJTNDJTJGaWZyYW1lJTNF[/vc_raw_html][vc_column_text]
Audio: Andrea Ortega y Eve Alcalá G
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