[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]La emergencia sanitaria que enfrentamos debido a la Pandemia por el COVID-19 está provocando una crisis económica en todo el mundo. Desde mediados de marzo, las autoridades mexicanas decidieron modificar el calendario escolar y con ello adelantar el periodo vacaciones, iniciaron un llamado masivo para prescindir de actividades “no esenciales” y quedarnos en casa para evitar contagios, sin embargo, poco se habló sobre el impacto que tendrían estas medidas en la vida de las mujeres.
La historia feminista nos ha enseñado que en los momentos de crisis, las mujeres son sometidas al cumplimiento de agendas económicas y mandatos políticos pensados desde la lógica de los hombres en un sistema patriarcal, capitalista y colonial. Mientras el mundo parece estar detenido y las personas de todos los continentes se quedan en casa, son las mujeres quienes sostienen la vida y la reproducción social gracias al trabajo no pago que realizan todos los días.
La doble jornada en tiempos de internet se convierte en triple o cuádruple dependiendo del escenario. Entre deberes escolares, home office, labores domésticas y estar al pendiente de las infancias en medio de la Pandemia, las mujeres están trabajando jornadas que en cualquier sector laboral serían consideradas como situaciones de explotación.
“Intenté la rutina, de verdad, medio funcionó dos días, leo a muchos colegas freelance compartiendo recomendaciones, y yo decía ‘sí claro, en ese universo de adultos independientes sin hijos e hijas pues claro que funciona’, pero con hijos e hijas por más que quieres poner horarios y disciplina… en la normalidad sí funciona, pero ahora con el aislamiento y el encierro es muy complicado”, me cuenta Jade a través de una video llamada.
Jade es periodista y tiene tres empleos, vive con su hija de tres años y es una mujer que cría sola, su compañero vive en otro municipio debido a su trabajo. Ella vive en Guadalajara y desde mediados de marzo está trabajando en casa ya que en uno de sus trabajos, el que es mayormente presencial, dieron prioridad a las mujeres que son madres y población vulnerable para que trabajaran a distancia.
Ante este escenario, el descanso, parece lejano para Jade. “Me fue cayendo el veinte de que la producción de más concentración de mi trabajo la iba a hacer de madrugada una vez que ella se hubiese dormido. Estoy durmiendo mucho menos, duermo de las 4:00 a las 9:30”, “lo que es de mucha concentración, lo hago de madrugada y lo que puedo resolver rápido en llamadas, un chat o un correo lo hago durante el día”.
Debido a sus dinámicas de periodista, le ha sido muy complicado tomar la decisión de no salir, su trabajo implica estar constantemente en la calle. En los primeros días de cuarentena salió a reportear y dejó a su hija a cargo de sus abuelas, poco tiempo después cayó en cuenta de que aunque tomara todas las precauciones, era importante prescindir de las salidas para evitar el contagio de su red de apoyo, entre las que se encuentran mujeres mayores.
Regularmente Jade se apoya en su madre y su tía para el cuidado de su hija, ante la contingencia han reducido la convivencia y ella procura realizar algunas diligencias por ellas, de esta forma evita que salgan, ellas son mujeres de la tercera edad y por ende, población vulnerable.
“El cómo trabajamos las mamás es real, le meneas a la cazuela, estás sacando la ropa para ponerla a colgar, estás viendo que dibuje el circulito y estás contestando un correo, tengo colegas de trabajo que se asumen feministas y ninguna me ha llamado para preguntarme ¿cómo estás, necesitas algo? Y es que la verdad a veces lo único que necesito, pues es que platiquemos”, menciona Jade.[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»Haciendo cuentas» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Iris es bióloga y desde hace un tiempo trabaja dando clases de Biología y otras materias a nivel Prepa y Secundaria, desde que se suspendieron las actividades no esenciales está dando clases en línea. Su hijo tiene 11 meses y lo está amamantando a libre demanda, situación que le ha significado hacer malabares entre las videoconferencias y darle el pecho a su hijo.
“Antes en la mañana lo cuidaba mi esposo, pero ahora como estoy todo el día en la casa, el niño no quiere estar con él, quiere estar todo el día con la mamá, entonces a veces es complicado, entre que lo entretengo, doy mis clases o preparo las clases. Ahorita está en la etapa en la que ya quiere empezar a caminar y es más absorbente y complicado y la carga de trabajo es el doble o triple de lo que tenía antes”.
Ella dejó de trabajar como bióloga en campo hace un tiempo para poder ejercer su maternidad, ejercida de esa forma, su profesión es muy demandante e implica muchas veces estar fuera de la ciudad. Ahora trabaja como profesora, antes de la cuarentena, eso le permitía tener horarios establecidos, ir a la escuela, dar clases, regresar a casa a pasar tiempo con su hijo y realizar labores domésticas, ahora sin horarios fijos y con las videollamadas siente que trabaja las 24 horas.
Esta Pandemia urge análisis y enfoques que contemplen a las mujeres y sus realidades para hacerle frente. De acuerdo con datos de la Organización Internacional del Trabajo, el 78.4 por ciento de los hogares en todo el mundo están encabezados por mujeres, mismas que asumen no solo la responsabilidad financiera, sino también las labores domésticas y de cuidados. Una cifra similar, es el porcentaje del total del trabajo de cuidados que realizan las mujeres en el mundo, ya que representa un 76.2 por ciento.
En México, el escenario se replica. Con base en datos del INEGI, publicados en 2018, las mujeres que trabajan asumen la mayor responsabilidad del trabajo doméstico. En situación de pobreza, las mujeres trabajadoras emplean el triple de tiempo que los hombres. En cambio, en contextos de no pobreza, las mujeres realizan el doble de trabajo que los hombres. Ese mismo año se logró estimar que el valor económico del trabajo doméstico y de cuidados que realizamos las mujeres en el país, aporta el 17.7 por ciento del PIB.
“(A) Mi esposo prácticamente su trabajo lo tiene en casa, pero pues estando yo ahí, él se dedica más al trabajo y yo hago estas dos partes: entre que trabajo y cuido al niño. Sí, se me ha hecho más pesado, me vengo parando 5 de la mañana y voy terminando a eso de las diez de la noche cuando mi esposo se levanta 10 de la mañana, entonces pues sí, cuida al niño entre que yo estoy en algunas conferencias, (…) tenemos que ver cómo lo resolvemos, sí me apoya con el niño, pero se nos ha hecho muy pesado a los dos” menciona Iris.
Otra mujer trabajadora que se encuentra en una situación similar es Sandra, ella es diseñadora y trabaja en el área de comunicación de una organización internacional que tiene oficina en México. Es madre de dos hijas, la mayor tiene cuatro años y la menor, un año siete meses. Su compañero participa activamente con las responsabilidades del hogar y la crianza cuando está en casa, sin embargo, él es fotoperiodista y pasa mucho tiempo fuera trabajando.
“En días normales Kimi va al kínder de ocho a cuatro y mi mamá me echa la mano con Maya de lunes a jueves. Los viernes, hago home office”, me cuenta Sandra.
Mientras ella trabaja en casa emplea a alguien para que cuide a sus hijas, y los fines de semana una trabajadora del hogar realiza las labores domésticas, sin embargo, debido a la emergencia sanitaria decidió no ponerlas en riesgo con los traslados, así que les pagó varias semanas de salario por adelantado y les pidió que se quedaran en casa.
Su compañero es quien mayormente lleva a Kimi a la escuela y la recoge mientras Sandra va a trabajar a su oficina. Su hija mayor dejó de ir a clases desde mediados de marzo, poco antes del paro académico. Debido a que su madre es población vulnerable, acordaron que no era conveniente que siguiera apoyándola, el trabajo de su compañero le obliga a salir de casa todos los días, y eso, podía representar un riesgo.
“La verdad si me entró la angustia ese día que mi mamá se fue y que sabía que no la iba a ver en un buen rato. Ella ha sido clave en nuestra vida desde que nació Maya.Y pues desde ahí empecé a ver cómo resolver el día a día, porque Jesús sale a trabajar sobre todo en las mañanas y regresa en las tardes”.
En su nueva rutina de cuarentena, se levantan, su compañero se hace cargo del desayuno (si le da tiempo) y se va a trabajar mientras Sandra comienza sus labores desde casa en horarios escalonados. Para Sandra, tener que trabajar mientras tiene a sus hijas en casa se ha convertido en un enorme reto, responde correos, atiende reuniones y necesidades laborales mientras juega con sus hijas y se mantiene al pendiente de ellas.
En el caso de Kimi (la mayor) además tienen que cumplir con los deberes escolares, en la escuela, les piden que manden fotos y videos de las actividades, así que esto le implica a Sandra hacer pausa del trabajo a mitad de la mañana para cumplirlo. Con Maya sucede que aún la está amamantando y tener a mamá en casa significa prácticamente libre demanda.
A las mujeres que están en situaciones como estas se les puede ir la mañana entera en intentar sortear las múltiples actividades y cuando menos lo esperan, ya es tiempo de hacer la comida. Muchas aprovechan las noches para adelantar su trabajo, para limpiar la casa, y hacer comidas para el día siguiente, todas, sin excepción están durmiendo menos horas y sienten que a pesar de estar exhaustas resolvieron muy pocos de sus pendientes del trabajo.[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»Los matices del cuidado» font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]¿Cuánto cuesta el cuidado emocional? ¿Cuánto cuesta ser el sostén de una sociedad en medio de la zozobra, de la incertidumbre y de la crisis? Esos datos aún no los hemos calculado. Además de las labores domésticas y de cuidados que estamos realizando las mujeres en términos de trabajo medible que tiene un valor, ¿qué pasa con esa parte del cuidado que para estas sociedades capitalistas pareciera no tener precio?, pero que, gracias al relato de estas tres mujeres podemos saber que existe y que nadie lo está tomando en cuenta.
“Regresé a la dinámica de resolver cosas mientras cocino, ahora que estamos en casa eso es lo que me quita muchísimo tiempo y hay un componente de miedo, con mi hija es claro que tiene miedo, viendo que las dinámicas cambian, que deja de convivir con sus primas y escuchando lo que pasa todo el tiempo, estamos en casa, llega la noche y siente miedo y me pide que esté todo el tiempo con ella y tiene muchas preguntas”, menciona Jade.
Cuidar y atender a las infancias en tiempos de crisis implica responder preguntas todo el tiempo, afrontar conversaciones difíciles y estar al tanto de procesos extremadamente demandantes, al igual que las personas adultas, las niñas y los niños tienen miedo, sienten mucha incertidumbre por el cambio en sus ritmos, en sus dinámicas y demandan comprensible atención y cariño mientras sus madres se dividen en dos o tres para poder alcanzar medianamente sus objetivos del día.
“Estoy a medias, no puedo atender todo lo que quisiera… por algún momento pensé que habría menos trabajo y ha salido más. Luego me cuesta mucho concentrarme y entonces todo lleva más tiempo, hay días que siento que no avanzo y me entra mucha desesperación. Y luego está el trabajo de contención con las niñas, de pronto se ponen muy sensibles, Kimi extraña a sus amigos de la escuela y a su abuela. Eso, lo hace más cansado mental y emocionalmente” me cuenta Sandra.
Ante esto, es importante que afiancemos una política feminista que tome en cuenta las posibles necesidades y los contextos de la otra. Los afectos, las alianzas y la apuesta colectiva que hemos construido en las calles y en la militancia enfrenta una crisis de cuidados en donde si bien es cierto que cada una estamos atravesando situaciones y contextos complicados, es importante no olvidar a la otra y continuar exigiendo al sistema que no se olvide de las que cuidan y de las que sostienen.
Esta Pandemia requiere el entendimiento por parte de las empresas, del gobierno y de las personas empleadoras que gran parte de su fuerza de trabajo son mujeres, en su mayoría madres y jefas de familia. Resulta urgente la necesidad de implementar políticas de flexibilidad laboral que nos permitan el reacomodo de horarios e implementar medidas que disminuyan el estrés y la carga laboral para las mujeres que están enfrentando estas situaciones.
Por nuestra parte, como amigas y mujeres feministas es importante que la empatía y la solidaridad no solo atraviese el resguardo para no contagiarnos. Nos invito a reflexionar un poco sobre los contextos de las mujeres en nuestros equipo de trabajo que tienen a las infancias en casa, contemplemos sus ritmos en sus hogares para organizarnos mejor, ofrezcamos algún tipo de ayuda, o simplemente enviémosle un mensaje preguntando: ¿amiga, estás bien, necesitas algo?[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]