¿Qué evidenció el sismo del pasado 19 de septiembre de 2017? ¿Dónde estábamos? ¿Dónde y cómo nos encontramos a un año de esa tremenda sacudida? ¿Cómo nos vivimos ahora como colectividad, y como personas en lo individual?
Sí, se sacudió la tierra y nosotras con ella. A un año del desastre la incertidumbre continúa para las miles de personas damnificadas que el sismo dejó en la Ciudad de México, se enfrentan a la negligencia y a la inhumana y tardía respuesta por parte del gobierno; a lo que se suma una “hydra capitalista” que tiene como una de sus múltiples cabezas a las empresas inmobiliarias.
¿Cómo continuar la vida diaria si estos poderes fácticos (Estado e inmobiliarias) nos siguen violentando en lo más íntimo? ¿Cómo continúan la lucha todas aquellas damnificadas y damnificados que perdieron su patrimonio y su hogar? Las pérdidas son más que materiales, lo que está en disputa, es la ciudad, nuestro territorio; lo que está en juego, es nuestro derecho a una vida digna.
Tras el 19S, las personas damnificadas se organizaron al vivir el desamparo del Estado. Uno de los movimientos, integrado en su mayoría por mujeres, es Damnificados Unidos de la Ciudad de México (DUCDMX) Ellas construyeron una ruta política, a través de procesos organizativos y la creación de comunidad, para incidir en la toma de decisiones, para la recuperación de su patrimonio, son ciudadanas haciendo política tras la violación a sus Derechos Humanos cometida por el Estado.
ASUMIRSE DAMNIFICADA: ENCONTRAR FUERZA EN LA UNIÓN
Olivia Domínguez es parte de esas historias, su edificio se encuentra en la calle Enrique Rébsamen de la colonia Piedad Narvarte, ubicada en la delegación Benito Juárez. Hasta hoy la circulación vial de la calle se encuentra cerrada en el tramo que va de Obrero Mundial a Viaducto Miguel Alemán, pues el cascajo y los escombros siguen a pie de la banqueta. Son 105 vecinos los que aún no tienen una vivienda propia a la cual regresar, su vida se encuentra en pausa.
Actualmente, Olivia forma parte del movimiento Damnificados Unidos de la Ciudad de México, al que llegó luego del encuentro y escucha con otras personas damnificadas cercanas a su barrio. Primero se unió a Damnificados Unidos de Benito Juárez y al poco tiempo se encontró con vecinas del Multifamiliar Tlalpan. En ese camino comprendió la importancia de nombrarse “damnificada del 19S”.
“Sentía que éramos invisibles, los edificios que no colapsaron totalmente y que se quedaron como el mío no eran visibles. En las primeras horas yo no me consideraba una persona damnificada, o que vive en la calle o en albergues, nosotras que podíamos ir con un familiar, o con amigos, o rentar un espacio. Conforme fui conociendo otras personas supe que no nos podíamos llamar personas afectadas por el sismo, el nombrarse damnificado tiene una carga simbólica mucho más fuerte. La fuerza de la palabra damnificado es personalizar un daño y una pérdida tremenda como es la de tu patrimonio”
Olivia vivió y recordó el terremoto de México en 1985, que también se sintió un 19 de septiembre. Ese ejercicio de memoria colectiva le permitió no saberse ajena a las personas damnificadas.
“Nosotros teníamos el referente directo del sismo del 85 y otros cataclismos que han ocurrido en nuestro país. No somos ajenas a los damnificados si sabemos que son personas que se encuentran en situación vulnerable en todo sentido. No sólo en términos materiales, sino afectaciones psicológicas como una separación familiar. Muchas personas a diferencia del 85 no se están quedando en las calles, se están quedando con familiares y ya llevan casi un año así. Y hay familias que se han tenido que separar porque no caben ahí.”
Los movimientos sociales y de oposición no le son indiferentes, estuvo cerca de la lucha del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional), del movimiento de lucha de San Salvador Atenco y la exigencia de aparición con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa. En esos procesos organizativos fue acompañante. Ahora es parte del núcleo central.
“Aquí eres protagonista y no es fácil serlo. Es aprender a ceder espacios a entender cómo debe ser la lógica de un movimiento, no te puedes ir por la libre, tiene que haber ciertas reglas que den sentido al movimiento, si no cada quien hace lo que quiere, y uno pacta con el gobierno y otro no. Permanecer con el movimiento sinfónico, y mantenernos lejos de los partidos políticos.”
Muchas otras mujeres son parte del movimiento DUCDMX, entre ellas Alejandra Guerrero, mujer de 62 años, socióloga retirada, y habitante de la Unidad Habitacional Los Girasoles III, ubicada en la delegación Coyoacán, espacio también dañado durante el sismo 19S.
Alejandra, al igual que Olivia, se asumió como damnificada, una persona vulnerada y trastocada no sólo en el aspecto material. Su lucha aún no termina, y ésta además de implicar un desgaste físico, tiene impactos emocionales. Esa historia la comparte con muchas otras mujeres que conoció en esta batalla por su patrimonio.
“Asumirme como parte de una lucha me hizo renacer , me revitalizó, me hizo ver que hay prioridades sociales y no tanto prioridades en lo individual. Creo que eso fue una gran lección para mí. El participar en un un movimiento noble, justo y exitoso”.
Alejandra aún no regresa a su hogar pero ya ganó varias batallas: desde el Movimiento logró que que actualmente se esté haciendo el reforzamiento y rehabilitación de su edificio con cargo al fondo público. Aunque festeja el logro siempre tiene en mente que aún hay miles de personas damnificadas en la ciudad.
“Solamente organizadas y en lucha podemos arrebatarle al gobierno (aquello) a lo que tenemos derecho. Ha sido una lucha exitosa para algunos, pero yo diría que faltan muchos, la gran mayoría. Hay mucha gente de Tláhuac, Iztapalapa y Xochimilco que no tiene nada, nosotros ya estamos casi de salida, pero ellos ni siquiera tienen un dictamen y viven en campamentos”.
EL DERECHO HUMANO A LA VIVIENDA
La Ciudad de México crece a paso acelerado. Los límites con las periferias se van desdibujando. Los cerros y montes verdes fueron devorados por una mancha gris llamada “desarrollo”. ¿Quiénes son los responsables de este crecimiento que va al ritmo de un caballo desbocado? ¿Quiénes piensan y diseñan nuestra ciudad? ¿Qué permite que la Ciudad de México siga en pie pese a la explotación del suelo y la escasez de agua?
Olivia, quien también es profesora de antropología social en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) es de la delegación Benito Juárez -de donde también soy yo- en donde grandes muros de concreto o de cristal reemplazaron del paisaje al azul del cielo, donde los edificios se mueven por el paso de camiones de carga pesada y los vecinos se ven con mayor frecuencia en la necesidad de abastecerse de agua a través de pipas. La planificación y orden de nuestro territorio está en manos del gobierno que otorga concesiones y permisos de construcción a grandes grupos inmobiliarios.
No olvidar dónde fue edificada esta ciudad resulta urgente e importante. Olivia recordó que habitamos un territorio peligroso, estamos arriba de un lago que no se terminó de secar del todo; tiene claro que como personas -damnificadas o no- debemos exigir al Estado una respuesta:
“Vivamos en la Benito Juárez, Coyoacán, Azcapotzalco o Milpa Alta, el Estado debe solventar estudios sobre el estado del suelo porque estamos en una zona de alto riesgo, sísmica, y de actividad volcánica (sabemos) que en el poniente hay barrancas y en el oriente hay minas de arena (es ahí) dónde están construyendo. Insistimos desde Damnificados Unidos de la Ciudad de México que el Estado debe retribuir las viviendas a quienes las hayan perdido.“
Todas las personas que vivimos en este territorio, debemos sabernos parte de él, tenemos el derecho a participar y ser consultadas sin distinción. Al igual que Alejandra creo que no necesitamos más centros comerciales, segundos pisos o edificios de alturas interminables; lo que deseamos y necesitamos son espacios (viviendas, de esparcimiento y vialidades) libres, seguros, dignos y llenos de vida., no merecemos hacinamientos.
Para Olivia es claro quién tiene la responsabilidad: “Más allá del estado de bienestar hay una obligación, porque hay una responsabilidad jurídica por parte del Estado; se han construido viviendas donde no se deben construir. (No) tenemos un reconocimiento generalizado del atlas de riesgo de la ciudad. Obviamente sabemos que hay zonas más susceptibles como los hundimientos en Tláhuac, Xochimilco e Iztapalapa. Sabían que existían estas grietas y fallas desde hace tiempo, sin embargo, las delegaciones y distintas instancias de gobierno dieron puerta abierta para que se construyera.”
Alejandra Guerrero y Olivia Domínguez sólo exigen que se les regrese lo justo; que se reconstruya con dignidad lo que perdieron, nada más, ni nada menos.
Apoyar y no cuestionar la legítima demanda del movimiento de DUCDMX, es lo que el resto de las personas de a pie podemos hacer, respetar y honrar la resistencia de miles. Y entender, como dice Olivia, que la vivienda es un derecho humano emergente, con o sin sismo, todo mundo debería tener vivienda.
“El aprendizaje está en saber la fuerza que tenemos como personas y como grupo. Yo tengo fe. Mucha gente decía que todo iba ser igual pero vamos a lograr cosas, poco a poco, hemos peleado por reconocimiento, que se nos reconozca como grupo, para que se nos de la palabra, para decir cómo queremos que sea la reconstrucción y no como nos la han querido imponer. Créditos no, redesficiacion no, es absurdo. Y eso lo hemos ido aprendiendo sobre la marcha. Estos logros, tal vez poco visibles han sido determinantes para saber la fuerza que tiene las personas cuando se unen.”
DESDE ABAJO NACE LA RESISTENCIA
A un año del sismo ninguna autoridad tiene información oficial sobre los daños que enfrentan las personas damnificadas. Sabemos que las pérdidas no se reducen a edificios y cosas materiales, fueron vidas las que terminaron, más de 350 señalan los medios, y otras miles que aún continúan en la incertidumbre.
La labor de documentar fue y está siendo realizada por la sociedad civil y la academia. “Después del 12 de octubre regresé a trabajar a la ENAH (a mis alumnos) les propuse hacer un censo para saber cuántas personas estaban afectadas. Empezamos por la Benito Juárez. Y no solamente es preguntar quién está afectado, sino en qué condiciones, dónde se está quedando, si reciben ayuda, si ya tienen un dictamen. Durante el primer encuentro, donde surgió DUCDMX, propusieron que se hiciera a nivel de toda la ciudad”, relató Olivia.
A la fecha son 12 mil personas damnificadas, 20% de ellas sigue viviendo en las calles, un 40% vive en casa de algún familiar, y un 30% se encuentra rentando, según cifras que Olivia Domínguez compartió en junio pasado.
Han pasado 365 días desde aquel temblor, regresamos a la rutina y pasamos de largo los edificios no colapsados ignorando a las personas damnificadas que aún se encuentran viviendo en las calles; ¡me niego a continuar así!.
Conocer a Olivia y Alejandra me permitió comprender que la unidad que las sostuvo, y les sigue dando esperanza, sólo es posible si existe una razón para que ésta suceda. Las personas damnificadas atraviesan un dolor común y persiguen la recuperación de su patrimonio en sus propios términos. Ellas me devuelven el aliento, su lucha es por aferrarse a la vida, por conseguir justicia.
“Yo no lucho sólo por mi vivienda. Nosotras no hemos dudado en ningún momento de luchar por la nuestra, por la de los vecinos y la de todas las personas damnificadas de la Ciudad de México”, me dijo Olivia.