Para Pola Carballo el temblor fue brutal, “nos sacudió a todos, de todo, desde la mente hasta las cosas”. Ella es de la Huasteca veracruzana, nahua, vive y trabaja en la colonia Roma donde su segunda casa es Café de Raíz, ubicado en Mérida 132, cafetería que se transformó en comedor comunitario sin chistar después del sismo, el mismo 19 de septiembre.
Esa tarde la línea de producción de sándwiches se activó velozmente y arrasó con todos los paquetes de panes de las tiendas aledañas. Pola dice que armaron casi setecientos sándwiches. Cuando Mardonio Carballo, su hermano e icono de la defensa del patrimonio cultural de los pueblos, volvió al café, vio a todas en acción: “Organicémonos, vámonos, ¡tú, agarra los trastes, ¡tú, a embarrar la mayonesa!, ¡tú, a poner el queso!, ¡tú, el jamón!”, recrea Pola.
Ya para el miércoles tenía armado el menú: huevitos con jamón para el desayuno, al medio día chicharrón en salsa verde, y en la noche chilaquiles. La gente ya necesitaba comida caliente, el miedo, el impacto, las horas de trabajo y el impulso de ayudar eran un cóctel explosivo dentro de los cuerpos, y la comida dice Pola, “es algo que te alimenta más que el cuerpo, yo creo que es algo que te alimenta el alma, es lo que nos falta”.
Si llegabas a Café de Raíz esos días y preguntabas ¿cómo ayudo?, te decían: –Come primero-.“Ya comiendo tienes fuerzas para seguir, para lo que viene”, me dice Pola, apenas empezaba lo duro, de ahí algunos se fueron a entregar víveres todo el día hasta Xochimilco, a ser manos cadena, a cargar litros de agua, a pedir ride para llegar a otro punto de la ciudad en medio del colapso.
En la cocina de Café de Raíz se cocina comunidad, no sólo comida. “Hemos tratado de hacer lo que aprendimos de donde venimos, “comunidad”, con nuestros vecinos. El día del temblor los vecinos que no nos hablábamos ya estábamos abrazados, es lindo pero no a raíz de unas desgracias, yo creo que tiene que ser siempre”
Para Pola hacer comunidad es saludar al vecino, preguntarle qué le hace falta, –¿en qué te ayudo?–. “Allá (en Veracruz) desde que sembramos la milpa, todos nos ayudamos, ahora le toca sembrar a María, pues vamos a ayudar a María; ahora le toca a Juan, vamos a ayudar a Juan, y todos vamos allá. Lo que pasa en las grandes urbes es que no hay esa solidaridad con los otros”. Hacer milpa es sembrar comunidad, creciendo el maíz y todo lo que crece a su alrededor crecemos juntos.
“Yo estoy muy cansada pero muy contenta”, me dice Pola, que trabajó a veces hasta casi veinte horas al día, sólo podía dormir dos o tres porque el comedor estaba en la calle, y tenían que quedarse cuidando, no podían meter la estufa, su herramienta de trabajo como cocineras, y en la colonia había saqueos.
¿Cómo ves al gobierno?, le pregunto. “Aunque dicen que nos merecemos el gobierno que tenemos yo digo que no, yo no me merezco este gobierno, yo soy solidaria. ¿Qué hace el gobierno?, nada, no ha hecho nada, está rebasado, la sociedad civil estamos trabajando para ver que esto funcione y que siga”.
Pola alimenta a la gente, pero le pregunto, ¿de qué te alimentaste tú?. “De la solidaridad y el apoyo de los demás”, me contesta de inmediato. “De la gente te ayuda, que te dice que gracias, qué bueno que lo haces, ¡vamos!, ¡ánimo!. A veces me soltaba a llorar, eran muchas emociones encontradas”. Pero mantener el ánimo arriba también fue su tarea “Yo les decía a las chicas: ¿Chicas cómo estamos de ánimo?, ¡vamos, no se siente!.Y ellas me respondían gritando -¡Síiiii!.
Los primeros días el sentido de alerta y la emergencia colectiva agruparon muchas energías, conforme pasaron los días el cansancio empezó a cobrarle la cuota al cuerpo y al ánimo y una aparente normalidad empezó a reinstalarse, aunque las calles de la colonia Roma los edificios acordonados te dan escalofríos y hay muy poca gente en las calles. A partir del lunes el Café de Raíz recuperó su dinámica cotidiana, un montoncito de cachivaches queda frente en la acera, con un letrero que dice: “Vecinas, gracias, ya pueden venir a recoger sus utensilios”. Afuera de Café de Raíz cuelga una nueva manta, que dice: “Gracias sociedad civil, nos toca reconstruirnos”.