[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]Los domingos me levanto tarde y no me baño, como dicta la santísima palabra de Shakira. A menos que haya futbol. En ese caso, mi experiencia se parece más a lo que decía el Principito: si juega el Barça, por ejemplo, el domingo, desde el lunes empezaré a estar feliz –y nerviosa, claramente. Aquí en casa se nos ha vuelto un ritual compartido: planeamos el momento con anticipación, decidimos si prenderemos el carbón y asaremos algo o si mejor iremos a algún lugar a verlo; nos aseguramos de que nuestras playeras favoritas estén limpias y liberamos nuestro calendario social. Lo que yo no sabía este domingo en particular era que me esperaba una de las alegrías más profundas que me ha dado el futbol.
El itinerario anunciaba una jornada intensa: en la mañana, el equipo liderado por Messi se jugaría su última oportunidad de seguir compitiendo por la Liga española. Luego tendríamos media hora para respirar tantito, y entonces comenzaría la final de la Champions femenil, un Barça vs. Chelsea que prometía. La primera parte de la jornada fue, por decir lo menos, frustrante. Tocó ver a un equipo sin fuerza, con fallas tácticas clarísimas, carente de espíritu e ideas. Cuando acabó, quedamos con el ánimo por los suelos. El que se perfilaba como un partido fácil nos terminó robando lo que nos quedaba de esperanza.
Tras unos minutos de hacer corajes y despotricar principalmente contra Piqué y Koeman, nos dispusimos a ver el segundo encuentro del día. Ni siquiera habíamos acabado de acomodarnos cuando cayó el primer gol para el Barça, producto de un error muy desafortunado para el Chelsea. Minutos después Alexia Putellas anotó de manera impresionante, seguida por Aitana y Hansen. Cuatro goles para el equipo en el primer tiempo. Cada uno de ellos celebrado con un arrebato que conmovería a cualquier espectador. La sinergia de un equipo sostenido por la comunicación y colaboración, muy al modo de la filosofía de juego de su club. En el segundo tiempo no hubo más goles. Al finalizar el encuentro se llevó a cabo la ceremonia de premiación plagada de carcajadas, besos y abrazos. En el césped del estadio Gamla Ullevi, en la ciudad de Gotemburgo, un grupo de amigas celebró la fortuna de cumplir un sueño, con la convicción de haber dado lo mejor de sí y la responsabilidad de estar haciendo historia.
Desde los últimos minutos del partido ya me habían comenzado a brotar las lágrimas. Y sí, tal vez tenga que ver un poco con que últimamente lloro todo el tiempo, pero también, y de forma más importante, tiene que ver con la forma en que este partido me hizo pensar en el futbol en su estado más bonito. Sin los tejes y manejes políticos descarados, los contratos obscenamente millonarios, el protagonismo de las estrellitas ni la arrogancia que todo esto puede conllevar.
Lo que vimos el domingo fue un juego más cerca del juego que del espectáculo: el enfrentamiento de dos equipos de mujeres que están ahí principalmente por su amor al futbol, sí, pero también por la fortuna de contar con sus necesidades cubiertas.[/vc_column_text][nectar_single_testimonial testimonial_style=»bold» color=»Accent-Color» quote=»El futbol femenil cada vez ha logrado conseguir mejores condiciones laborales –como el establecimiento de un salario mínimo en la liga española–, pero sigue siendo un hecho que dedicarse a esto no es garantía de fama y fortuna para ninguna mujer todavía.»][vc_column_text]Apenas alcanza a ser, para unas pocas, una buena fuente de ingresos; para otras, un trabajo suficiente; para muchísimas más, ni eso. El Barça se destaca al ofrecer condiciones que superan por mucho a las de otros clubes, como salarios competitivos, asistencia médica especializada, alimentación e instalaciones dignas. Y esto se refleja en los resultados, no cabe duda: cuando una mujer puede dedicarse a su trabajo, sin tener que subsistir empalmando otras fuentes complementarias de ingresos, su rendimiento será notoriamente superior.
Me imagino a estas jugadoras cuando eran niñas pequeñas pateando un balón y me atrevería a adivinar que en los sueños de la mayoría figuraba ser futbolista antes que ser millonaria. Primero, porque no hay futbolistas millonarias –todavía–, y segundo, tal vez, porque la primera semillita que lleva a alguien a dedicarse a perseguir un balón, a poner el cuerpo como modo de vida y, en el caso de las morras, a enfrentarse a un entorno adverso y aplastantemente machista, es la pasión. Parece, también, que esa pasión se ha diluido irremediablemente en el futbol varonil de gran alcance –aquél lleno de estrellitas, anuncios de Pepsi y especulación–, que los negocios y la terrible mano capitalista que mece la cuna, han dejado al juego per se como lo que menos importa en el mundo del futbol.
Es por esto que ver a las jugadoras azulgrana triunfar, abrazarse, brincotear y bailar hizo que mi corazoncito se inflara como hacía mucho que no sucedía con un partido. Conmueve y llena de esperanza ver a estas morras trabajadoras y comprometidas, mucho más parecidas a la afición que a Messi, levantar una copa que les ha costado un esfuerzo incalculable dentro y fuera de la cancha. Aquel instante de digna alegría queda como postal de una meta a la que futbolistas y, en realidad, cualquier mujer persiguiendo su pasión deberían tener la posibilidad de alcanzar. Queda, también, la esperanza de que, mientras el futbol femenil continúa tomando fuerza dentro y fuera de las canchas, nunca se pierda esa deportividad, ese amor, y esa pasión que nos pusieron la piel chinita el domingo pasado.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]