[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none» testimonial_style=»bold» image=»» add_image_shadow=»» color=»Accent-Color» quote=»Es muy importante trabajar en equipo, trabajar en conjunto, para que así también, no (se) haga tan pesada la elaboración del producto.» name=»» subtitle=»»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][nectar_single_testimonial testimonial_style=»basic» quote=»“Quien pueda vivir sin libertad, que no luche”»][vc_column_text]Sostener la vida. Eso es lo que hacen las mujeres rurales, campesinas e indígenas. Y eso, es lo menos valorado en el modelo de desarrollo en que vivimos, un modelo cargado de explotación, extractivismo y colonialismo, que toma por sentado el valor del agua, la tierra, la alimentación. Aprender y acompañar esa fuerza y esa lucha, fue lo que hizo Rosa Govela durante toda su vida.
Mujer de defensa, de resistencia de caminatas y de sororidad, Rosa Govela se definía como feminista rural, lo que para ella implicaba escuchar y aprender de las formas de vida, enredarse y enlazarse con otras mujeres para construir juntas el mundo en el que queremos y merecemos vivir.
Rosy, como le decían en los diferentes espacios a los que pertenecía, falleció en enero de 2018 dejando una red de alianzas, historias, complicidades y tramas con otras mujeres, con las que construía mejores mundos.[/vc_column_text][vc_custom_heading text=»El valor del trabajo rural » font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Los proyectos “de felicidad” que se construyen en la Sierra Norte de Puebla, especialmente en Zautla, Puebla, fueron los que indicaron el camino a Rosy. Como cuenta su amiga, Alejandra López, ahí llegó por destino y ya nunca se fue.
Como parte de la Red Nacional de Promotoras y Asesoras Rurales, Rosy señaló en innumerables ocasiones la crisis alimentaria que se está viviendo a nivel mundial, y que tiene un efecto aún mayor en las mujeres rural de países como México, quienes se enfrentan a la escasez de recursos, la sobrecarga de trabajo, la carencia de servicios, pobreza y violencia.
Pero como feminista también reconoció y visibilizó la resiliencia de las mujeres rurales para enfrentar la crisis alimentaria y ambiental, pues son ellas las que siempre construyen (y caminan) propuestas para mejorar su situación, entre ellas, la demanda de ser consideradas como productoras,destinar más tierras a producir alimentos para el autoconsumo, continuar con el rescate y conservación de las semillas criollas, y la recuperación de técnicas que no dañen la tierra ni los recursos naturales.
De acuerdo con datos de la ONU, las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Lo que implica que son defensoras amorosas de las semillas que alimentan al mundo, y Rosy lo sabía y acompañaba esa lucha.[/vc_column_text][nectar_single_testimonial testimonial_style=»bold» color=»Accent-Color» quote=»“El amor al territorio tiene que ver con el amor a nuestros hijos, a los que vienen, para que tengan un lugar. Ese vínculo amoroso intergeneracional se expresa en la conciencia del cuidado del agua, en la claridad de que se merece respeto, en lo que se rescata de la cultura campesina-indígena, en la idea de comunidad, en reconocer que podemos hacer algo y que todas las acciones son importantes”.»][vc_custom_heading text=»Feminismo rural para enredarnos con otras » font_container=»tag:h2|text_align:left|color:%2320c57e» use_theme_fonts=»yes»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Para Rosa Govela, quien también era parte de la Red Latinoamericana de Mujeres Defensoras por los Derechos Sociales y Ambientales y la Red Mexicana de Afectados por la Minería, había una forma de hacer ser feminista: construir el feminismo rural, ese que ella describía como “una manera de vivir y de luchar por el bienestar de las mujeres, de las mujeres rurales, principalmente campesinas indígenas, es la posibilidad de construir juntas, de unirnos, de enredarnos, de sentir el aprecio entre mujeres el apoyo, la solidaridad, la sororidad”.
Dentro de esta apuesta, también es clave resistir al modelo de desarrollo que se nos ha impuesto y recoger la preocupación de las mujeres por los alimentos, por la producción de maíz y reconocer los aportes de las mujeres a la consolidación de la soberanía alimentaria, el trabajo comunitario y la lucha que se hace gana con pequeñas acciones de todos los días.
El feminismo rural, nos compartió en una entrevista, es una oportunidad de pensar “cómo queremos ser feministas en este mundo donde todo está cohesionado, en donde están arrasando nuestros territorios, donde hay tanta destrucción y despojo se vuelve muy importante aprender de las formas de vida campesinas, indígenas; de estas mujeres que todos los días se levantan antes que todos y se esfuerzan por el bienestar de sus familias, de sus comunidades y de sus territorios y emprenden la lucha día a día de existir, vivir y de aportar para que todas y todos podamos vivir de la mejor manera”.[/vc_column_text][nectar_btn size=»medium» button_style=»regular» button_color_2=»Accent-Color» icon_family=»fontawesome» url=»http://www.luchadoras.mx/tecnolovers» text=»Regresar» icon_fontawesome=»fa fa-long-arrow-left»][/vc_column][/vc_row]