Vídeo, Fernanda Muñoz
Reconocer y abrazar nuestras raíces y diferencias es una forma de resistencia contra los estereotipos que nos discriminan y segregan. Hay muchas mujeres que están reivindicando su identidad y con ello luchando contra el racismo, una de ellas es Claudia Aragón, feminista orgullosa de su ser originario y sincrético como persona del Siglo XXI.
Claudia es muchas: chola, cusqueña, activista, marrón, andina descendiente, mestiza cobriza, diseñadora de indumentaria, psicóloga y aprendiz de chamana, su lucha política pone en evidencia que en América Latina, aunque se niegue en el discurso, hay un racismo arraigado e institucionalizado.
Ella es originaria de la región andina de Perú, uno de los países latinoamericanos que concentran más población indígena a nivel regional, y en donde “chola” se utiliza como un insulto y se asocia a personas “poco trabajadoras”, “no aseadas” o “poco educadas”, cuando en realidad es un término para identificar a quienes son de razas mestizas o andinas.
Esas formas de violencia no son ajenas a Claudia, durante el Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan nos contó cómo pudo traspasar esas formas de agresión para re-pensarse y convertirse en lo que ahora es “estoy muy agradecida con todos los agresores que he tenido en mi vida, si no hubiera vivido esa racialización no hubiera encontrado mi poder y mi voz”.
Encontrar ese poder le permitió a Claudia ganar en 2016 el concurso Flashmode de la Alianza Francesa de Lima, que premia a los mejores talentos jóvenes en el diseño de moda, o como a ella le gusta decir de “indumentaria”, y la impulsó a trabajar con mujeres, desde la capacitación a mujeres rurales o el trabajo con víctimas de trata de personas.
Desarrollarse como diseñadora es una de las facetas más transgresoras de Claudia, pues rompe con todos los estereotipos de la industria que privilegian ciertos tipos de cuerpo y ciertas tonalidades de la piel. Fiel a su reconstrucción ella está orgullosa de su color marrón e invita a otras mujeres a abrazar todo su ser.
“Yo creo firmemente que cuando una mujer se ve al espejo y se reconoce, abraza su raíz y se contempla sin prejuicios, sin reclamos, lo que quieras hacer en el futuro va a pasar porque ya tienes el 50 por ciento de la batalla ganada y el otro 50 son micropasos para llevarte ahí”.
Su trabajo se basa en la autoaceptación y el auto reconocimiento que rompe con los estereotipos de belleza, con el patriarcado, el machismo. la discriminación y de “todo el sistema que está generado para que las mujeres estemos en segundo plano y siempre estemos calladas, relegadas y humilladas”.
“Como mujeres hay que encontrar nuestro poder, cuando lo hagamos vamos a comernos el mundo”.
Al igual que en todos los países latinoamericanos, en Perú hay una negación para reconocer la multiculturalidad que existe, lo que se traduce en un rechazo a quienes se identifican como personas indígenas, mestizas, afrodescendientes, o andino descendientes, “es un contexto en el que cualquier personaje que se crea de un color de piel más claro sienta que puede humillarnos diciéndonos ‘indias de mierda` o ‘cholas de mierda`”.
Ante esa realidad cargada de racismo, esta mujer cusqueña también se manifiesta en contra de los estereotipos que se manejan en los medios de comunicación y que en su país generaron personajes de supuesta comedia como “la paisana jacinta”, interpretado por un hombre blanco que se burla de las mujeres andinas y que se ha convertido en una vergüenza internacional.
Explica que esa imagen sólo humilla, estigmatiza y violenta de manera muy agresiva a la mujer andina y andino descendiente y es contraria a lo que en realidad está sucediendo. Ahora, las grandes luchas son de mujeres indígenas, amazónicas, afrodescendientes y andino descendientes.
Esas luchas se dan desde cómo deciden definirse y nombrarse muchas de ellas, “yo me autodenomino como chola porque en Perú es un insulto que te digan así, yo utilizo las palabras de mi agresor antes de que me agredan para definirme y defenderme, lo que tú haces no me agrede porque me siento feliz y me siento reconocida por lo que yo decidí para definirme”.
La construcción de identidad también pasa por lo colectivo, por reconocer, aprender y celebrar las luchas de otras mujeres, “ninguna lucha es pequeña, todas son importantes, no importa si eres una mujer con el privilegio de haber estudiado y ser lo máximo que puedas ser a nivel intelectual, una mujer que está en el área rural, no importa si eres una oficinista, pero si tu lucha es completamente íntegra y completamente entera y nace desde el útero todo se puede lograr”.