Por: Taller de Comunicación Mujer – Navegando Libres por la Red
El 8 de enero de 2024, el gobierno ecuatoriano declaró conflicto armado interno y estado de excepción ante la grave crisis de seguridad en el país. Ecuador, que se ha caracterizado por ser uno de los lugares más seguros de América Latina, experimentó un aumento alarmante de la inseguridad y la violencia en los últimos años, alcanzando la tasa de muertes violentas más alta de la región para finales de 2023.
Entre 2019 y 2023, más de 600 personas privadas de libertad han muerto como consecuencia de 14 masacres en las cárceles. Los feminicidios se han incrementado gravemente: de 118 registrados en 2020, constan 332 en 2022, y 277 en 2023. La tasa de homicidios de niñes y adolescentes aumentó un 640% en los últimos cuatro años. La situación se agrava con la presencia de asesinatos múltiples en las calles; el reclutamiento sistemático y forzado de niñes y adolescentes para el sicariato y la explotación sexual; los asesinatos de candidatos políticos; amenazas de bomba; secuestros y territorios devastados por las bandas criminales. El narcotráfico y el abandono estatal han contribuido a empeorar la crisis, convirtiéndose en un patrón recurrente.
Frente a esta realidad, la respuesta estatal es conocida en América Latina: “la guerra contra las drogas y el terrorismo». Este discurso bélico se ha extendido a través de la militarización del país, permeando en redes sociales, medios de comunicación y conversaciones cotidianas. Conscientes de su peligro, comprendemos que este enfoque legitima acciones extremas por parte de militares y policías en nombre del “bien común” y la “unidad” contra la guerra.
Identificamos en los medios y comunidades casos de perfilamiento racial, detenciones arbitrarias, tratos humillantes, tortura, revisión indiscriminada de celulares, hipervigilancia y abusos en el uso progresivo de la fuerza, llegando incluso a ejecuciones extrajudiciales. Los discursos de odio, tanto en línea como fuera de línea, refuerzan la legitimidad de una guerra contra las clases populares, racializadas y las personas defensoras de los derechos humanos.
Estas medidas se suman a una doctrina de shock económico, donde la crisis generada por gobiernos negligentes y las élites, recae sobre el pueblo, la naturaleza y el tejido social. Afectando de manera específica, aunque no exclusivamente, a la vida de jóvenes, personas racializadas, mujeres, personas trans y no binaries en localidades históricamente empobrecidas.
Lo que enfrentamos no nos toma por sorpresa, pero nos llena de dolor e incertidumbre. Las estrategias que construimos para preservar la vida parecen tambalear y ser insuficientes. En contextos como este, los cuidados, especialmente los digitales, quedan en segundo plano ante necesidades más urgentes. La inmediatez impuesta por la crisis dificulta la creación de espacios para replantear las estrategias que nos han sostenido. Sin embargo, es crucial ahora darles espacio y transformarlas.
Desde el Taller de Comunicación Mujer y su programa Navegando Libres por la Red, aunque nos centramos principalmente en la protección digital, abordamos los cuidados de manera integral, contemplando los diversos aspectos que impactan en nuestras vidas: física, emocional y digitalmente. Esto lo hacemos partiendo de la convicción de que la brecha tecnológica no es técnica, sino política. Entendiendo además que las mujeres, las personas trans y no binaries enfrentan diariamente violencias que permean los entornos digitales.
Ante la inoperancia del Estado frente a situaciones de violencia de género digital, decidimos acompañar, y lo hacemos desde el acompañamiento feminista como apuesta política. Para nosotras, esto significa ubicar las necesidades de las sobrevivientes en el centro y acompañar sus decisiones. Procurar generar agencia y autonomía en las personas acompañadas. Brindar herramientas de autodefensa digital. Construir estrategias de protección y respuesta junto a las personas que acompañamos. Todo esto, como una forma de hacer comunidad en medio de una crisis social donde los lazos están rotos.
Aún tenemos muchas preguntas, pero sabemos que las respuestas están en nuestras comunidades y en otras experiencias de resistencia. Es momento de hacer memoria, tejernos en los afectos, la esperanza, las acciones contra el olvido, contra las noticias falsas, los discursos de odio y la polarización social. Frente a la doctrina del shock, elegimos detenernos a pensar cómo cuidar(nos), alimentando así la complicidad y la confianza. Necesitamos poner a dialogar los conocimientos y las luchas individuales y colectivas como formas de resistencia. En ese sentido, el acompañamiento feminista en situaciones de violencia capitalista, patriarcal y colonial, emerge como una alternativa para construir formas de relación entre nosotres, con otras especies y con el planeta.
Confiamos en que cada une, desde sus trincheras, colectivas y comunidades, contribuye a este esfuerzo, reinventando lo aprendido para cultivar vidas dignas. Al entrelazarnos con otres, buscamos fortalecernos y avivamos la rabia para hacerle frente a los miedos. Frente al miedo que busca paralizarnos y llenarnos de odio, decidimos organizarnos y cuidarnos.