[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]El cine es uno de los grandes responsables detrás de nuestra educación sentimental y, por consecuencia, detrás de todas esas cosas que poco a poco vamos intentando desaprender. Este desmantelamiento de expectativas y preconcepciones sobre lo que implica amar puede convertirse en un proceso doloroso y mucho más complejo de lo que parece en la superficie. En este proceso, las narrativas siguen jugando un papel clave para la imaginación de otras maneras de amar y amarnos. ¿Cómo reconfigurar nuestros vínculos sentimentales lejos de la violencia, los celos y la posesión, si las relaciones que vemos en pantalla siguen incorporándolos como partes naturales del amor verdadero?
En Todo el mundo tiene a alguien menos yo (Raúl Fuentes, 2011) nos asomamos a los vaivenes en la relación entre Alejandra (Andrea Portal), una mujer joven que trabaja en una editorial, y María (Naian González Norvind), una adolescente que sigue en la preparatoria. Su historia, que comienza planteando escenarios brevemente idílicos, pronto se torna en un claro escaparate de las relaciones de poder aparentemente inevitables en las dinámicas de pareja. Alejandra es considerablemente mayor que María, pero la disparidad no acaba ahí. Lo que se genera entre ellas es una constante tensión producto de estas desigualdades: mientras una de ellas intenta reafirmar su poder sublimado en su superioridad intelectual y poder adquisitivo, la otra se rebela, la seduce y se deja cuidar por igual.[/vc_column_text][image_with_animation image_url=»8325″ alignment=»center» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]La cinta parece recalcar la manera en que estas dinámicas de poder se replican a pesar de tratarse de relaciones poco representadas en pantalla: lo que vemos aquí no es el estereotipo del hombre autoritario y violento ejerciendo su voluntad sobre “su” mujer, sino a dos mujeres en una constante pugna por ver quién “puede más”.
Hay algunos detalles en la construcción del personaje de Alejandra que dan cuenta de su necesidad de control –sus atuendos perfectamente cuidados, el espacio donde vive, los lugares que frecuenta y su insistencia en reafirmar una y otra vez su posición de “autoridad”–, mismos que detonan el conflicto con la naturaleza rebelde y curiosa de María. El romance aquí se convierte en antagonismo puro y violento.
Mientras María se convierte en depositaria de la necesidad de control de Alejandra, vemos esquemas puramente patriarcales siendo replicados. Esta película nos da elementos para pensar que podemos encontrar otras maneras de relacionarnos, y no basta con salirnos de los roles tradicionales, sino atrevernos a realmente cuestionar las maneras en que vivimos los afectos y replicamos las relaciones de poder que históricamente han traducido amor en violencia.[/vc_column_text][image_with_animation image_url=»8326″ alignment=»center» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Todo el mundo tiene a alguien menos yo es una buena oportunidad para reflexionar sobre las representaciones de la relaciones sentimentales más allá del canon del amor romántico heterosexual. Valdría la pena preguntarnos por qué, incluso cuando estamos pugnando por una diversidad que también se manifieste en las pantallas, las historias que contamos y que consumimos parecen irremediablemente regresar a los mismos senderos de la violencia.
El camino es largo y complejo, sin duda, pero en la medida en que continuemos cuestionando aquellos elementos tan presentes en nuestro entorno, que refuerzan este sistema que perpetúa las violencias, es que podremos poco a poco lo desmantelaremos.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]