Víctimas y vengadoras en el cine: la industria del “empoderamiento femenino”

Feb 26, 2022

[vc_row type=»in_container» full_screen_row_position=»middle» scene_position=»center» text_color=»dark» text_align=»left» overlay_strength=»0.3″ shape_divider_position=»bottom» bg_image_animation=»none»][vc_column column_padding=»no-extra-padding» column_padding_position=»all» background_color_opacity=»1″ background_hover_color_opacity=»1″ column_link_target=»_self» column_shadow=»none» column_border_radius=»none» width=»1/1″ tablet_width_inherit=»default» tablet_text_alignment=»default» phone_text_alignment=»default» column_border_width=»none» column_border_style=»solid» bg_image_animation=»none»][vc_column_text]No es noticia que la industria del cine así como la de la televisión, el entretenimiento, la publicidad y tantas más está atravesando por un periodo de cambios anunciados con bombo y platillo. Frente a un tribunal que emite juicios sin descanso en redes sociales y movimientos enarbolados por celebridades como el Time’s Up, estas industrias han interiorizado ciertos valores narrativos y de representación que, en un pleno sentido capitalista, responden a las necesidades claras de un mercado. No es raro encontrar mensajes acorde a esto en las sagas de superhéroes, las chick flicks, las cintas de época, y, por supuesto, las películas de terror y de venganza. Si la tendencia ha prevalecido no es una cuestión de principios: el girl power vende y emociona, pero, ¿podemos realmente vislumbrar un cambio radical entre esta espectacularización, tan al estilo de la industria?

Hay que detenerse ineludiblemente en la representación y la manera en que son abordados los cuerpos. Esto se vuelve especialmente interesante cuando hablamos del cine de horror y de venganza, donde las mujeres han sido tradicionalmente colocadas en estereotipos bastante constreñidos, como la víctima desprevenida y, claro, estereotípica e impresionantemente atractiva que más que víctima termina siendo carnada, o la adolescente cuyo cuerpo se convierte en el detonador del horror para ella y quienes la rodean. Las actuales exigencias del mercado han alcanzado también a la construcción de estos personajes, buscando una especie de redención: sí, una mujer se puede convertir en carnada para depredadores por verse o comportarse de cierta forma, pero es también es esta feminidad donde puede encontrar su salvación y, por supuesto, su venganza. El “empoderamiento” femenino llega así a cumplir su ciclo: si el cuerpo es el que nos metió en un embrollo, es el mismo cuerpo el que nos sacará de él. Y así salimos felices y contentas de la sala, satisfechas porque, una vez más, triunfó el bien. Pero, ¿es realmente ésta la revolución audiovisual por la que tanto hemos reclamado?

Pensemos en una película que ha despertado muchas opiniones encontradas: Promising Young Woman (2020), de Emerald Fennel. En ella, vemos la historia de Cassie, una mujer de unos treinta años que de día atiende un café colores pastel y de noche sale a los bares a atraer depredadores sexuales para después darles una lección que jamás olvidarán. Es una especie de película de venganza con el orden invertido: vemos a esta mujer sumergida por completo en su misión sin saber muy bien cómo fue que llegó ahí. Avanzada la trama entenderemos que esta espiral vengativa surgió a raíz de un episodio brutal que vivió su mejor amiga de la universidad. Cassie usa su cuerpo, sus encantos, de manera consciente para hacer frente a la violencia sexual, un depredador a la vez. Toda esta travesía culmina cuando se encuentra, al fin, con el culpable original, el gran agresor de su amiga. Y, como dictan la convención y el modus operandi particular de esta heroína, echa mano de su belleza hegemónica, con look impresionante de femme fatale y todo, para culminar la venganza final. [/vc_column_text][divider line_type=»No Line»][image_with_animation image_url=»9171″ alignment=»center» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Fresh (2022, Mimi Cave), cinta que se estrenó en Sundance y próximamente llegará a streaming, explora el género con un tono ligeramente distinto. El relato comienza con su protagonista, Noa, completamente desesperanzada frente al mundo de las citas en línea. Parece haberse dado por vencida cuando, al clásico estilo de Hollywood, conoce casualmente a un hombre que parece demasiado bueno para ser real y, como la vida y el cine nos han enseñado, lo es. La historia de amor de Noa se torna aterradora cuando su ligue la secuestra y comparte con ella los planes perversos y oscuros que tiene respecto a su cuerpo. La protagonista, que en esta ocasión se separa -muy sutilmente- del estereotipo de víctima exuberante y hegemónica, echa también mano de sus encantos femeninos con un poco de romance para escapar del peligro y, de paso, darle una lección al galán traidor. [/vc_column_text][divider line_type=»No Line»][image_with_animation image_url=»9173″ alignment=»center» animation=»Fade In» border_radius=»none» box_shadow=»none» max_width=»100%»][divider line_type=»No Line»][vc_column_text]Ambas películas emplean recursos de las chick flicks, tradicionalmente dirigidas a públicos femeninos, para después desmantelarlos: casi podemos ver el ideal del amor romántico desmoronándose frente a nuestros ojos y, de forma más importante, frente a los ojos de estos depredadores. En ambos relatos existe un gran momento de revelación, donde estos hombres presencian cómo, en tiempo real, su objeto de deseo se convierte en su peor pesadilla. Y es justo acá donde se encuentra el gran problema de estas narrativas: las mujeres no hemos verdaderamente trascendido la cualidad de, como bien lo dijo Laura Mulvey, estar siendo vistas (to-be-looked-at-ness) dentro del espacio diegético por sus contrapartes masculinas. 

 

Ambas historias, por emocionantes que puedan parecer están diseñadas para ello, son protagonizadas por mujeres que tienen en común la prevalencia de sus cuerpos sobre cualquier otra cosa: ninguna de ellas podría haberse librado del embrollo si no les hubieran parecido atractivas a estos depredadores. Esto no quiere decir que otro cine sea imposible: como prueba de ello hay un sinfín de ejercicios independientes mucho más propositivos que merecen ser analizados un ejemplo reciente que vale la pena traer a la mesa y que merece un texto completo aparte es la cinta española Cerdita (2022), de Carlota Martínez Pereda, donde el cuerpo de la protagonista es abordado desde una óptica tan inquietante como subversiva. Hoy queda un largo camino por recorrer: no podemos ignorar que, a pesar del bombo y platillo con los que se ha anunciado el despertar de la industria, todavía estamos muy lejos de ese otro cine que tanto anhelamos. Hay que subir la vara mucho más.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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