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“Recuerdo, recordamos.
Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca
sobre tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado tras la máscara.
Recuerdo, recordamos
hasta que la justicia se siente entre nosotros.”
Rosario Castellanos
[nectar_dropcap color=»#a02b88″]R[/nectar_dropcap]esulta inevitable que el hablar del 68 traiga a nuestra memoria los excesos y la brutalidad de un régimen -encabezado por Gustavo Díaz Ordaz- cuyas principales estrategias fueron la tortura, la desaparición y el encarcelamiento. Las acciones de este aparato policiaco represivo no cesaron hasta ver correr la sangre de cientos de personas en la Plaza de las Tres Culturas.
Devienen irreconciliables e imprescindibles nuestras memorias que buscan incansablemente justicia, sin embargo, son infinitas las voces que habitan el interior del movimiento estudiantil cuyo ímpetu y combatividad marcará para siempre la vida de quienes formaron parte de éste, de nosotras que habitamos el presente y de las generaciones que están por llegar.
Una de estas múltiples voces, fue la defensa irrestricta de la alegría, cuya lucha no menguaba ni al enfrentarse a eventos que auguraban por mucho la catástrofe y la resignación. Es esa capacidad de ser alegres, combatientes y crear la que inundó cada asamblea, cada mitin, cada brigada y cada manifestación. Por esto, el 68, fue un movimiento social y político que además logró remover la cultura desde sus raíces, inventando y reinventando el papel de la juventud en la historia, cuestionado a la burguesía, a las sociedades de consumo, la discriminación y la guerra.
Aunque las mujeres no fueron las principales herederas de los beneficios que trajo consigo esta revolución cultural, los cuestionamientos a las instituciones incluidas la iglesia, la familia y el estado lograron minar, en cierta medida, parte de los principios que exigían a las jóvenes de ese momento el buen comportamiento, la pulcritud y habitar la mayor parte de sus vidas los hogares que les habían sido construidos con esmero.
El arte como resistencia
El ambiente de alegría y la combatividad fue el vehículo de transformación, la toma de la palabra una estrategia política y las imágenes, el medio de difusión. El graffiti, la gráfica, la música, la poesía, las “pintas”, las hojas-volante, las intervenciones de edificios públicos, comenzaron a ser medios para oponerse a al discurso oficial, llevar hasta las últimas consecuencias los seis puntos del pliego petitorio y exigir un país más justo para todos y todas.
Poetas, pintoras, cantautoras y dramaturgas como Nancy Cárdenas, Rosario Castellanos, Aurora Reyes, Dolores Castro, Amparo Ochoa, Rosa Bracho, Judith Reyes y Alcira Soust, además de rebelarse contra las estructuras familiares e institucionales vigentes, dedicaron gran parte de su vida a generar obras que fungieron como uno de los lugares de enunciación de la injusticia y la represión, el 68 no fue la excepción.
Para la activista feminista Francesca Gargallo, el movimiento estudiantil de 1968 generó un contexto de inconformidad y rebeldía del que surgieron muchas artistas cuya propuesta bien podría representar el inicio del performance en el país. Las obras de los grupos que surgieron estaban atravesadas por la lucha por la libertad de expresión y contra el autoritarismo principalmente.
La poesía como un arma de lucha: Alcira Soust Scaffo
El 18 de septiembre de 1968, el ejército irrumpió en Ciudad Universitaria (CU), fueron detenidos empleados, académicos y por supuesto, estudiantes. Un total de 43 mujeres fueron llevadas a Lecumberri. Mientras Rosa Bracho estudiante y bailarina, una vez sometida por militares comienza a entonar el himno nacional como signo de protesta, la poeta uruguaya Alcira, decide esconderse en el octavo piso de la Torre de Humanidades.
Este es el episodio más conocido sobre la relación de Alcira con el movimiento estudiantil, sin embargo, su propuesta filosófico – poética no se limita a la imagen literaria que construyó sobre ella. Para conocer más sobre su militancia política y poética, platicamos con Amanda de la Garza (AG), curadora del Museo de Arte Contemporáneo, y Antonio Santos (AS), amigo de la poeta y curador de la exposición: Alcira Soust Scaffo. Escribir poesía ¿vivir dónde?
Alcira Soust Scaffo. Escribir poesía ¿vivir dónde?
¿Quién es Alcira Soust Scaffo? Fue una maestra y poeta uruguaya. Formó parte de la resistencia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) durante la ocupación militar en 1968 y de diversas luchas sociales que se gestaron en CU, apoyó las huelgas sindicales de los años setenta y el movimiento del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) en los ochenta.
¿Por qué es necesario hablar de la obra de Alcira? La exposición en cierta medida tiene que ver con el 50 aniversario del movimiento estudiantil de 1968. Alcira fue parte del movimiento, sin embargo, no se conocen otros aspectos importantes de su participación y de su obra poética. Alcira hizo de la poesía un arma de lucha, no sólo en términos políticos, también como potencia de vida. (AG)
¿Cuáles eran sus principales motivaciones? Su principal impulso era su proyecto Poesía en Armas, desde el cual llevaba a cabo la traducción y difusión de la poesía modernista francesa, la poesía maldita de finales del siglo XIX y principios del XX. También repartía anuncios de manifestaciones, movilizaciones, consejos estudiantiles. (AG)
Alcira Soust Scaffo, Malgrè Tout, ca 1970
Centro de Documentación Arkheia, MUAC.
¿Cuál es la principal propuesta de la exposición? La exposición intenta desmitificar su figura a través de varias estrategias, principalmente, a partir del hecho de que sean los mismos documentos de Alcira, sus notas personales, los bocetos de poemas, los poemas de Poesía en Armas, los que cuentan su historia. Por otro lado, se destaca la defensa que Alcira hizo de la manera en que eligió vivir, fue una defensa a la libertad. Ella pensaba que su propósito en la vida tenía que ver con su actividad poética y esto lo eligió en una época muy diferente a la que vivimos hoy, es decir, Alcira llega a México a inicios de los años 50 y podemos imaginarnos cómo era la vida para las mujeres en esta década, sumamente tradicional, ella muy pronto eligió tener una vida muy distinta a la convencional y así fue hasta su muerte. (AG)
¿La exposición cuenta con la totalidad de la obra de Alcira? Cada semana hacía una o dos hojas de poesía y esto durante quince años… lo que hemos rescatado y exhibido es poco relacionado con lo que ella produjo, es un porcentaje muy pequeño. Todavía hay obras que tienen amigos, muchas de sus cosas las perdió en camiones, restaurantes, terminales, casas, etcétera. De lo que se trata esta exposición es de que una artista infravalorada como es Alcira sea vista de otra manera. (AS)
¿Cómo comenzaron a recabar sus obras?, ¿estaban perdidas? En una de las búsquedas en internet me encontré con el sobrino nieto de Alcira, Agustín Fernández, me puse en contacto con él, le platiqué lo que estábamos pensando. Él vino a México y fuimos al Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, donde Alcira trabajó con comunidades indígenas y campesinas, Agustín comenzó así una investigación sobre la poeta. En el camino le platiqué que estaban perdidas dos cajas con una parte importante del archivo personal de Alcira. Una de esas cajas la perdió en el 82, en la Facultad de Filosofía y Letras. Yo vi cómo sufrió por la pérdida de esas cajas pero la verdad en ese momento no pensé que fuera tan grave, ahora me doy cuenta que sí lo era.
Después, Agustín dio una entrevista a La Jornada y gracias a eso apareció la persona que la tenía, poco después nos la entregó. Esa caja es una cápsula del tiempo. Por otro lado, gran parte de la producción de Poesía en Armas fue proporcionada por amigos y familiares, cuando menos lo creímos ya teníamos material suficiente para hacer la exposición. Cuando la gente supo del proyecto empezaron a enviar más cosas, tres semanas antes de la inauguración aparecieron las fotos que Alcira tomó de su propio jardín, al que llamó “Emiliano Zapata”. Ha sido una investigación de más de cuatro años (AS).
¿Cómo fue su vida siendo mujer en el México entre 1950 y 1970? La vida de Alcira era difícil, muy muy difícil principalmente porque no tenía casa y porque vivía con amigas y amigos. Combatía mucho con el medio, las estructuras de poder, el sistema de relaciones en la academia y con la cultura patriarcal. Ahora recientemente me he encontrado más cosas de ella, era lectora de Virginia Woolf, me he encontrado varias citas en estos días que he podido revisar los textos con más detenimiento y mayor profundidad, he podido darle suficiente tiempo a cada hoja. Detestaba ser la musa y que no la consideraran como poeta. Una de las cosas que queríamos trascender en la exposición era el papel de musa, en algún papel que releí hoy, ella establece un diálogo ficticio (es una carta que nunca le envía a José Luis Cuevas) y dice: no quiero ser más tu musa esclarecedora […] no solo soy materia de inspiración o no fundamentalmente soy materia de inspiración, soy una artista. (AS)
¿Qué era la poesía para Alcira? Era un arma de transformación social y existencial. Uno de sus amigos, un importante profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, Alberto Híjar dice: Alcira tenía una praxis estético política radicalmente distinta a todo lo que hacían los colectivos políticos de la época y esta praxis estaba guiada también por la defensa de la alegría en la vida y una especie de explosión festiva. (AG)
¿Qué nos pueden decir del uso de la tecnología por Alcira? Este aspecto es muy importante, a partir de la experiencia del uso del mimeógrafo por el movimiento estudiantil, se familiarizó con la técnica y la implementó en el proyecto de Poesía en Armas donde hace poemas-volante, los cuales utiliza para la difusión de actividades, para generar un sentido de comunidad y de identidad y al mismo tiempo como un medio para difusión de poesía. Repartir poemas es algo inédito, nunca antes alguien lo había hecho de esa manera.
¿Cuáles son las técnicas que utilizaba? Poesía en Armas podría representar el uso de una técnica gráfica de reproducción masiva. Soust dominó la técnica, hacía intervenciones, les agregaba asteriscos; también hacía esténciles con una máquina de escribir. Después, en los años 90, como no tenía estos mismos medios, diseñó una caligrafía propia y al mismo tiempo utiliza las fotocopias para reproducir el mismo esquema que tenía Poesía en Armas en México.
“Los sol-es-siendo”, Poesía en Armas, 1983.
Colección Antonio Santos y Centro de Documentación Arkheia, MUAC.
¿Nos pueden contar más sobre sus carteles? Para los carteles utiliza diferentes técnicas como pasteles, crayones, plumines, acuarela. Para éstos, diseñó una caligrafía sobre la base de diferentes símbolos, signos como fechas, soles, ¡diseñó un alfabeto completo! Muchos de estos carteles tienen efemérides, llamamientos o el nombre de algún artista o poeta, Los portaba en las manifestaciones, en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras (AG).
Alcira Soust Scaffo, Fotografía del cartel “Amigos del Jardín Cerrado Emiliano Zapata”, 1980.
Colecc. Ángel Mikel
¿Ella contaba con recursos para desarrollar sus proyectos? No tenía habitación propia, diría Virginia Woolf. Por ejemplo, ella hubiera preferido hacer sus carteles con pastel, al principio los hacía con esta técnica, pero no tenía casa, constantemente iba y venía y cuando los enrollaba se despintaban. Tuvo que transitar del pastel a otras técnicas y terminó usando materiales estudiantiles: crayones, marcadores, plumines. Dice Woolf que se necesita un cuarto propio para escribir, ella no tenía un lugar ni para leer, ni para escribir, ni para pintar y, sin embargo, era una gran lectora y todo el tiempo escribía poesía. (AS)
¿Alcira tuvo acercamiento con el feminismo? Alcira era feminista en la práctica, desde muy joven comenzó a ser maestra y dejó de vivir con su familia. También muy pronto decidió ser una líder comunitaria, gestionó bibliotecas en escuelas rurales, por ejemplo. Esa ya es una ruptura importante. Después vino a México a estudiar por medio de una beca de la UNESCO en el CREFAL, ¡a estudiar sola!, a una comunidad rural (Pátzcuaro, Michoacán), a un país lejano… su determinación era desafiante para esa época. Hay cartas en donde dice que ya tenía el boleto de regreso a Uruguay para volver una vez finalizada la beca, pero después de hacer dos años de especialización, decidió no tomar el vuelo y a tener una vida propia. También, durante su estancia en México conoce a una serie de mujeres intelectuales, escritoras y activistas, entre ellas a Rosario Castellanos, de quien se convierte en una gran amiga y Alaíde Foppa, también muy cercana a Alcira. (AG)
¿Cuál fue la posición de Alcira frente a la juventud? Alcira ejerce un espíritu de libertad que tiene mucho que ver con esa época, con los años 60 o los 70 sobre todo, algo que fue muy contundente en la vida de Alcira fue su cercanía con gente joven. Alcira ya era una mujer madura en esa época, pero siempre buscó el vínculo con los jóvenes, le llamaba mucho la atención este espíritu alegre, de utopía y de esperanza que muchas veces los jóvenes tienen, sin ataduras. Esta relación con el tiempo está muy marcada en su archivo, esa relación de habitar el presente, en insistir en el presente. (AG)
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Alcira Soust Scaffo, La niña loba, ca. 1991
Cortesía de Agustín Fernández y Centro de Documentación Arkheia, MUAC.
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[1] el poema “Memorial de Tlatelolco”Fragmento d, escrito por Rosario Castellanos y publicado en el libro La Tierra de Enmedio.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]