¡Vamos offline! Tenemos que hablar (parte I)

May 8, 2018

Es el fin de una era para el activismo en línea. Hemos perdido nuestro pequeño espacio seguro e íntimo online para publicar, por armadas de gigantes corporativos, ejércitos de troles organizados por el Estado y absurdos comentarios en la red. Debemos reconocer que la política y las políticas de este espacio se han transformado bajo la punta de nuestros dedos y debemos redefinir las estrategias para ganar la guerra contra el patriarcado, en línea y fuera de ella. En este artículo, ofreceré recomendaciones para feministas y queers organizándose en  espacios digitales.

 

 

UNO: RESISTAN AL LIBERALISMO

En primera, una regla de oro: si tu proyecto de liberación sexual es el mismo que el de Lady Gaga, entonces estás haciendo algo mal. El mundo occidental de habla inglesa domina la Internet a través de un imperio cultural y hegemónico, pero también -en términos prácticos- a través del “Silicon Valley”. Algunos activistas queer parecen creer que las campañas de derechos sexuales de Occidente de algún modo se infiltrarán en nuestras comunidades post-coloniales y tendrán un impacto positivo. Confían en jóvenes millenials, nativos digitales, que han crecido con una mentalidad más liberal, hablando el lenguaje cool y universal de Internet que ha trascendido fronteras. Pero recuerden: nuestro proyecto para la liberación queer está ligado a la resistencia al colonialismo y al capitalismo. El suyo no. La agenda liberal nos quiere hacer creer que las corporaciones globales están de nuestro lado protegiendo los derechos LGBTIQ y de grupos de la disidencia, como cuando Facebook incluyó un filtro arcoíris para las fotos de perfil (Matías 2015) o Google creó un doodle también de arcoíris (“Rainbow Google doodle”, 2014) para los Juegos Olímpicos de Sochi. Es la continuación electrónica de la tendencia offline de los patrocinios bancarios y de tarjetas de crédito en las marchas de orgullo.

No nos interesan los patrocinios corporativos para nuestra lucha. A veces pienso que es imposible en todos los casos, que la política radical llegue al mainstream, ya sea una legislatura estatal o en los medios corporativos. Por ende cualquier discurso de liberación que ha llegado a la corriente principal debe haberse ya diluido tanto como para hacerla comestible para legisladores y corporaciones. El liberalismo es excelente para esto: cooptar las demandas radicales volviéndolas publicidad del capitalismo explotador y el discurso de autoservicio de los políticos. Quizás esta canalización es inevitable. Pero, al menos, no sucumbamos a esta trampa y renunciemos a nuestras luchas justas por nuestros cinco minutos de fama en Internet. Debemos mantener nuestro activismo radical (por ejemplo, abordar las causas del problema), así como nuestro discurso interseccional (por ejemplo, sin dejar fuera a grupos interesados en nuestro proyecto de liberación por factores externos). Al hacer esto, estaremos en mejor posición para mantenernos firmes contra los políticos y las corporaciones que deseen disolver, cooptar o elegir los elementos que más les convengan de nuestro activismo.

 

 

DOS: SON REDES, NO REDES SOCIALES, LO QUE NECESITAMOS

Internet se ha convertido en más de muchas cosas: una plataforma de publicación, una herramienta de comunicación, un centro de entretenimiento. Pero no olvidemos que el poder central de Internet siempre ha sido ser una red. Y es en las redes donde debemos (re)enfocarnos. No en las grandes, vagas, privatizadas y desorganizadas redes sociales como Facebook. A veces siento que las redes sociales han hecho más por alienarnos que por acercarnos. Las noticias que compartimos son superficiales y del tipo one size fits all, un modelo único para todos-. Nuestra comunicación está mediada por un sentimiento de constante vigilancia en línea, incluso de parte de nuestras amistades y familiares. Estamos constantemente performando (y sabemos que eventualmente nos convertimos en lo que performamos) dentro de las regulaciones de las corporaciones. Ellos regulan -a través de algoritmos- cómo nuestras historias se narran, se comparten, con quiénes y por cuánto tiempo.

Por eso, olvidemos las redes sociales. Construyamos redes reales: manejables, a nuestra medida, redes dirigidas por la propia comunidad y con un propósito. En efecto, lo único que nos protege de la violencia en línea contra las mujeres, es el poder de las redes. Considera, por ejemplo, ¿qué harías si estuvieras bajo horribles y constantes ataques en Internet por hablar contra la misoginia? Sería mucho más duro enfrentarlo sola o con pocas amigas a que si en cambio tuvieras una fuerte red organizada apoyándote. ¡La respuesta a la misoginia tiene varios frentes! Necesitas compañeras que documenten, que hagan capturas de pantalla, que reporten en la plataforma, que contacten gente experta, quizás abogadas, tal vez a la policía (aunque tal vez preferimos que no), para aliviarte, para cocinar por tí, para que te hagan un té, para responder de manera contundente, para publicar y compartir en tu apoyo, para movilizar redes más grandes, para hospedarte en su casa por algunos días, para relevarte en la lucha por unos días y que tú puedas tener un descanso para re-energizarte y recuperarte. ¿Qué más necesitamos sino redes entre personas reales que nos ofrezcan solidaridad en los tiempos difíciles?. Construyamos nuestras redes fuera de las redes sociales corporativas. Inspirémonos en el trabajo de redes como Kéfir  en América Latina, que “buscan construir espacios de libertad y seguros en Internet (…) para crear juntos comunidades digitales donde exista la confianza mutua, la libertad de expresión y de pueda operar sin miedo.”

Giphy por @maggietunggono

 

TRES: OLVÍDATE DE DISCUTIR CUALQUIER COSA EN LÍNEA

Si alguna vez quieres entablar un debate constructivo sobre lo que sea- deja a un lado los temas feministas contencioso- ¿saldrías a la calle a hablar aleatoriamente con la gente de tu barrio? Probablemente, no. Y si lo hicieras, tal vez esperarías duras reacciones y confrontaciones desagradables. Espera, y piensa por un momento, ¿qué harías realmente antes de tener una conversación sobre temas feministas con gente desconocida en la calle?. Es muy probablemente que recurras a otras compañeras para que te ayuden a pensar cómo hacerlo. Probablemente ensayarías. Probablemente te prepararías para la discusión y tendrías un plan de contingencia. Probablemente tratarías de entender las dinámicas de poder de tu barrio. Probablemente no saldrías sin un grupo de apoyo conformado por dos, tres o cuatro amigas que te respalden. Y si realmente lo piensas optarías por la mejor ruta para hacerlo en un espacio controlado, como un evento cerrado, en el marco de una obra teatro o un entrenamiento, o un evento estructurado donde puedas establecer los parámetros para una reunión más segura y productiva. Algo mejor que realmente pensar que puedes tener un debate realmente constructivo en la calle.

Internet, amiga, es igual que la calle. No hay buenas discusiones que sucedan al azar, y mucho menos debates ganados. No pierdan el tiempo con gente extraña que con el objetivo de ser antagónica. A veces organizas un emocionante evento en Facebook y algún extraño pasa a tirar algún comentario sexista y cliché, rogando por tu atención. Y luego en ese grupo de WhatsApp que creaste para quienes lo organizan se enciende con capturas de pantallas de este comentario y discusiones de cómo contestarle. No pierdas tu tiempo. Bloquéalo y bórralo. Reclama ese pequeño pedacito de la web y tienes la capacidad de moderarla. No te dejes engañar por quienes te dirán: ¿qué hay de su libertad de expresión? En tu casa no vas a dejar que su libertad vomite esa mierda sexista. De algún modo hemos crecido con la idea de que a cualquiera tiene derecho a sus opiniones sin importar los contenido del discurso. No es así. Una vez vi un meme que inteligentemente decía: Tienes derecho a tu opinión informada. ¿Y qué tal en un espacio público como Twitter, te preguntas? Trata tus batallas de Twitter como lo harías si estuvieras paseando por el vecindario para presentar tus puntos de vista feministas. Organízate, recluta a otras, prepárate, ignora a los haters sexistas y difunde tu contenido con confianza.

W.I.T.C.H Chicago. Crédito: Activistas de W.I.T.C.H Chicago 1968. (imagen obtenida en El Pais)

CUATRO: ESTAMOS EN UNA GUERRA DE PROPAGANDA

Y es difícil hacer consideraciones sutiles en una guerra de propaganda. Habrás notado que la retórica online se ha simplificado, reducida a 140 (¿ahora 280?) caracteres. Los editores te dirán que hagas los post de tu blog más cortos. Una amiga sugerirá hacer infografías o videos en lugar de tus escritos largos y complejos porque ya nadie lee cosas tan largas. No pierdas el tiempo lamentándote. Reconoce que tenemos una tarea propagandística contra los fundamentalistas, los fascistas y los misóginos. El volumen de nuestro contenido de liberación feminista importa. La frecuencia importa. El número total de quienes estén a nuestro favor importa. Constantemente escuchamos sobre “los ejércitos de troles” controlados por el Estado que están allá afuera haciéndoles el trabajo en línea. ¿Por qué crees que lo hacen? Porque precisamente reconocen el poder de los números. Reportes del periódico The Guardian (Benedictus 2016) dicen que, “los gobiernos de todo el mundo han manipulado las redes sociales para beneficio propio. Allí es donde entran los soldados digitales- calumniando oponentes, esparciendo desinformación y posteando fake news por dinero”.

Necesitamos combatirlos con nuestras propias armadas feministas. Si ponen un artículo, nosotras pondremos dos. Si quieren jugar con memes, nosotras jugaremos mejor. Mientras hacen sus videos, haremos los nuestros. Por supuesto tienen más personal, mejores recursos, pero nosotras somos más inteligentes y mucho más genuinas. No debemos ceder en la batalla por influenciar a las personas para acercarse más a la izquierda, poquito a poquito, con cada post, cada artículo, cada meme, cada foto y cada cuenta.

*Este texto fue publicado originalmente por IT for Change, un proyecto que busca  detonar diálogos sobre políticas que hagan un balance entre el derecho a la libertad de expresión y una vida libre de violencia relacionada con las tecnologías en India y Bangladesh. Disponible AQUÍ

Traducción: Ixchel Aguirre y Lulú V. Barrera

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